Décimo aniversario
Diario de la tragedia de Germanwings: del drama de las familias a la nobleza de los pueblos alpinos
Los lugareños dieron un recital de 'savoir faire' y empatía durante los días posteriores a la caída de un avión cerca de los pueblos de Le Vernet y Seyne les Alpes

Uno de los helicópteros que participó en el rescate de los cuerpos de las víctimas del siniestro de Germanwings en los Alpes, el 25 de marzo de 2015. / Ferran Sendra
Carlos Márquez Daniel
La llegada de los familiares en siete autocares lo cambió todo. Cerca de 300 periodistas de todo el mundo enmudecieron de golpe, mientras en la enorme explanada aguardaba personal sanitario, psicólogos y algunas autoridades. Una muralla de furgones de la Gendarmerie protegía la intimidad de las 250 personas que viajaron hasta los Alpes para intentar entender y asimilar la muerte de sus seres queridos, dos días antes, a bordo del vuelo 9525 de la compañía Germanwings. Durante más de una hora solo se escuchó el clic de los fotógrafos. Ni una conexión en directo por respeto a un dolor que entonces empezaba a pasar de los desgarradores rumores a la cruda realidad de una tragedia aérea intencionada. Terminado el recuerdo, los familiares subieron a los vehículos y la mayoría regresaron a Marsella, donde habían pasado la noche. Era el 26 de marzo de hace 10 años, un jueves.

Gerard Maroselli, vecino de Le Vernet que ofreció su casa en marzo de 2015 para albergar a los familiares de las víctimas del vuelo de Germanwings. / Ferran Sendra
Los diminutos pueblos de la Alta Provenza vieron cómo su paz alpina se veía bruscamente violentada por la caída de un avión la mañana del 24 de marzo de 2015. A las pocas horas, aldeas como Le Vernet o Seyne les Alpes se llenaron de bomberos, ambulancias, soldados, policías y periodistas. Unos con la idea de rescatar y atender, los otros con vocación de explicar lo que estaba pasando.
Historia emocional
Y en medio de todos ellos, unos lugareños que respondieron con los brazos abiertos a la emergencia; conmovidos y conmocionados por la muerte de 150 personas a las que no conocían de nada pero que desde entonces se convirtieron en parte de la historia emocional de esta región de Francia. El copiloto Andreas Lubitz derribó el avión aprovechando que el piloto salió de la cabina. Patrick Sondenheimer pudo ir al baño cinco minutos antes, o cinco minutos después. Y el escenario habría sido otro, sin duda. En la cabeza de este joven alemán con serios problemas mentales solo estaba la idea de poner fin a su vida, sin atender al precio que pagarían otros 149 seres humanos. Enmudeció el sistema de comunicación del avión, bloqueó la puerta e inició el descenso de emergencia. El impacto se produjo a unos 1.600 metros de altitud, en el collado de Mariaud; pero pudo ser en cualquier otro lugar de la cordillera.

Periodistas arremolinados en un bar de Seyne les Alpes, el 28 de marzo de 2015. / Ferran Sendra
Este diario llegó aquella misma noche. Como suele suceder con este tipo de historias, sin más datos que el nombre de un pueblo. Pero bastaba con seguir las luces para llegar a un polideportivo que ejercía de 'zona cero' para la prensa. Un lugar en el que había de todo menos información. Tan solo un plafón con un mapa en el que se mostraba la extensa zona donde yacían los restos del Airbus.
Lo que hiciera falta
Poco más podía hacerse en aquel lugar. Debían ser las once de la noche cuando el equipo de este diario empezó a recogerse. Pero antes era menester llenar el estómago tras un día que había pasado del desayuno a la carretera. El restaurante Le café des Mots, en una plaza de la entrada de Seyne les Alps, tenía las luces abiertas, y alguna de sus seis mesas estaba ocupada por periodistas. En otras circunstancias, el local estaría ya cerrado, pero tuvieron a bien, y así fue durante toda la semana, abrir hasta bien entrada la noche. ¿Para hacer caja? Es probable, pero el trato era mucho más humano que comercial. Unos gnocchis excelentes, por cierto.
Los restaurantes abrían hata tarde para echar de comer a los periodista; qué no iban a hacer estos atentos lugareños por las familias de las víctimas...
En un bar de Le Vernet, peleas por el único enchufe del local. El propietario, a la vista de las estrecheces, compró una regleta con varias entradas y la clavó en la pared. ¿Tan importante era el trato dispensado a la prensa? Por supuesto que no, pero si hacían esto por las personas que habían ido a trabajar y que tenían a sus seres queridos en casa, qué no iban a ofrecer a los familiares de las víctimas.
Nobleza alpina
Personas como Gerard Maroselli o Laurin Nadege, pero fueron muchos más, abrieron sus hogares y brindaron manutención a los afectados. El tiempo que fuera necesario. Entre su mal inglés y un peor francés por esta parte, quedaba claro que aquello les había llegado muy hondo. Celebraron misas, guardaron minutos de silencio, dieron de comer a los soldados. Llevaron al extremo la nobleza que siempre va asociada a la montaña.

Hollande, Merkel y Rajoy, el 25 de marzo de 2015, en Seyne les Alpes. / Ferran Sendra
El 25 de marzo fue el día de los paseíllos políticos. El presidente francés, François Hollande; la cancillera alemana, Angela Merkel, y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, viajaron hasta la zona para estrechar la mano de los equipos de rescate y para compartir una rueda de prensa que incluso tenía un cartelito para la ocasión, con el nombre del pueblo, las tres banderas y el día de la semana y el año en curso, por si alguien se había desorientado. Sin admitir preguntas, exhibieron compadreo y se conjuraron para que toda la verdad saliera a la luz. Pero para eso ya estaba el fiscal de Marsella Brice Robin, que al día siguiente fue el encargado de informar a las familias, antes de que subieran al bus con destino a los Alpes, de que el siniestro había sido intencionado.
Aquel acto del 26 de marzo a las 16 horas que conmovió a todo el valle, con miembros de Protección Civil sosteniendo banderas de las principales nacionalidades de las víctimas del vuelo entre Barcelona y Düsseldorf, terminó con un aplauso espontáneo y con la promesa de que regresarían más adelante. Lo hicieron aquel verano. Y lo harán 10 años después.
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