Oriente Próximo
Amnesia en el Líbano en el 50º aniversario de la guerra civil
La sociedad civil libanesa sigue traumatizada por 15 años de un conflicto sectario que causó más de 150.000 muertos

Las huellas de la guerra cuando se cumplen 50 años de guerra civil libanesa. / Andrea López -Tomàs

Cuando tenía cuatro años, la familia de Nassim Assad se mudó a la gran ciudad. A sus ojos, abandonó la “vida sencilla” en la aldea libanesa para entregarse a la brutalidad de Beirut. Ese hecho marcó su vida. “Me crié en la ciudad, donde había muchas más dificultades y diferencias, y, cuando miraba a mi alrededor, me preguntaba por qué no podía tener una casa mejor, ir a la escuela, tener una mejor vida”, explica a El Periódico. Entonces, llegaron el Partido Comunista Libanés y la causa palestina a su vida. “Me dieron sentido, respondieron a mis preguntas”, confiesa. Con 13 años, Nassim tomó las armas. De eso, ya hace 50 años, medio siglo desde el inicio de la guerra civil libanesa. Ahora, ante la ausencia de una memoria colectival oficial, es Nassim quién responde a las preguntas.

Graffiti en la Línea Verde cuando se cumplen 50 años de guerra civil libanesa / Andrea López Tomás
Su historia es la de muchos. Pero muy pocos se atreven a contarlo. Nassim habla porque siente que es su deber —“para que no se repita lo que le hicimos a este país”, afirma. Forma parte de la asociación Fighters for Peace (Luchadores por la Paz). Hace 12 años, este grupo de excombatientes de la guerra civil libanesa pertenecientes a diferentes facciones políticas y religiosas se unió para denunciar la violencia y la hostilidad de los enfrentamientos que tenían lugar en la norteña ciudad de Trípoli. Los violentos enfrentamientos callejeros en la segunda urbe más grande del Líbano entre las sectas suní y alauí despertaron los fantasmas de la guerra civil (1975-1990).
Milicias y ejércitos extranjeros
“Quería que mi experiencia fuera un testimonio vivo para evitar que, a pesar de las circunstancias de guerra, conflicto y división de la sociedad que existen en esta patria, no se repitiera” lo vivido durante 15 años, cuenta el excombatiente desde la sede de la asociación en Beirut. Cuando terminó la guerra, con la firma del acuerdo de Taif en 1990, todos callaron. “Pero teníamos que cargar con nuestras vivencias, con las cargas de nuestra patria”, reconoce Nassim. Durante 15 años —“toda mi vida, toda mi juventud”—, este joven libanés luchó junto a los fedayines palestinos, apoyados por una coalición de izquierdistas libaneses y musulmanes, llamado Movimiento Nacional Libanés (MNL), aliado con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
En la trinchera de enfrente, estaba el Frente Libanés, liderado por los falangistas en representación de los clanes cristianos maronitas que habían dominado la élite tradicional del tejido sociopolítico del país, y el movimiento Amal, integrado por populistas chiítas. Otros participantes en la guerra fueron Siria, Israel y contingentes escindidos del Ejército libanés. Las tropas estadounidenses, francesas e italianas también pisaron tierra libanesa. El 13 de abril de 1975 los falangistas atacaron un autobús que transportaba palestinos a un campo de refugiados a las afueras de Beirut, tras el intento de asesinato del líder del partido, Pierre Gemayel. La muerte de aquellos 30 palestinos cambió el rumbo del país.

Exposición sobre la línea Verde en el museo de Beit Beirut. / Andrea López -Tomàs
Durante 15 años de sangrienta guerra civil, al menos 150.000 personas murieron, casi un millón fueron desplazadas, y se sufrieron daños materiales por valor de miles de millones de dólares. Siria ocupó el Líbano hasta 2005 e Israel hizo lo propio en el sur del país hasta el 2000. En estos años de ocupación, nació la milicia Hizbulá, reconvertida en partido político en la actualidad. A día de hoy, 17.000 personas aún siguen desaparecidas. La capital libanesa quedó dividida en dos: la “línea verde” situada en la devastada zona del mercado central separó al Beirut occidental musulmán y el Beirut oriental cristiano a lo largo de tres lustros.
Sin narrativa oficial
Cuando Samira Ezzo empezó a ir a la Universidad Libanesa, la única pública del Líbano, empezó a recorrer esas mismas calles, convertidas en campos de francotirador durante los años del conflicto. “Me di cuenta de que, en muchos edificios, quedaban agujeros de bala de la guerra civil”, explica esta joven de 28 años a El Periódico. Con esos paseos forzados para llegar a clase, se le despertó la curiosidad. Ni en la escuela ni en casa había oído hablar de lo ocurrido durante esos años. “Ni siquiera el propio Ministerio de Educación libanés ha autorizado aún la publicación de narrativas objetivas sobre la guerra en los libros de Historia, así que en la escuela estudiamos hasta el fin del mandato francés en 1943 y nada más”, añade.
"Ni siquiera el propio Ministerio de Educación libanés ha autorizado aún la publicación de narrativas objetivas sobre la guerra en los libros de Historia, así que en la escuela estudiamos hasta el fin del mandato francés en 1943 y nada más".
“Somos una generación criada por personas traumatizadas que vivieron la guerra, y aún sufrimos sus efectos y consecuencias”, reconoce Samira. “Cada persona se cría de forma subjetiva y diferente, a partir de la narrativa que nos cuenta la familia, los amigos, el entorno más amplio del vecindario, o la zona donde vivimos, pero, a menos que seamos lo suficientemente curiosos como para conocer más detalles y no nos dejemos guiar por lo que nos han contado nuestros seres queridos, es realmente difícil y doloroso deconstruir todo aquello en lo que nos han criado”, afirma. Ahora, Samira se está formando para convertirse en guía turística y contar a su pueblo toda la historia que sí conservan esas calles, y no los libros de historia. De momento, cada sábado, organiza paseos para aquellos interesados. La contactan por Instagram, donde cuenta con 35.000 seguidores.
Ley de amnistía general
La ley de amnistía general, firmada al final de la guerra civil, perdonó a todos los participantes del conflicto. Nadie fue condenado por los miles de asesinatos ni los centenares de secuestros. Al contrario, los señores de la guerra, quienes lideraban las milicias, pasaron a ocupar los puestos de poder. Aún siguen allí, apoltronados. “No se han hecho esfuerzos para tender puentes, reconciliar y sanar las heridas de la nación tras el fin de la guerra”, denuncia Ezzo. “Al menos a nivel gubernamental, lo que se hizo es pasar página y abrir otra nueva en blanco, mientras guardamos todo el trauma en algún lugar, pero siempre sigue volviendo”, añade.
Medio siglo después del ataque contra aquel autobús, es la sociedad civil libanesa, integrada por jóvenes como Samira o mayores como Nassim, quienes se disponen a enfrentarse al pasado para gozar de un futuro de paz y convivencia. “Como miembros de esta patria, no de una secta o de un líder en concreto, tenemos que construir una paz real para nuestro pueblo, para la humanidad, no una paz para vivir y morir”, concluye el excombatiente.
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