"La libertad hay que pelearla a diario: ahora Trump está desmontando la democracia de EEUU y hace poco no lo creeríamos"
"La dictadura de Venezuela se mantiene con el terror, con la represión, con la violencia extrema, con tortura y con desapariciones pero también, en ocasiones, con la complicidad de la comunidad internacional"

Loren Saleh, el viernes pasado en el Archivo de Indianos de Colombres. / Miki López
Eduardo Lagar
La tortura blanca consiste en encerrar a una persona en una celda de hormigón totalmente pintada de blanco de 2 metros de ancho por 3 metros de largo, con luz artificial permanentemente encendida, y mantenerla en aislamiento prolongado allí, sin aire libre, sin ver la luz del sol. Es la “especialidad” que usa para descomponer a sus presos políticos el SEBIN, el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN). El lugar de Caracas donde el régimen de Maduro practica la “tortura blanca” es conocido como 'La Tumba'. Allí pasó cuatro años Lorent Saleh, entre 2014 y 2018, un activista político venezolano nacido en 1988 que tiene raíces asturianas entre sus antepasados y reside en Ribadeo, “muy cerca de Vegadeo, en la reserva de la Biosfera de la Ría del Eo”. Fue liberado un 12 de octubre de 2018 y “desterrado” a España, desde donde sigue muy activo en la denuncia de violación de los derechos humanos en la Venezuela por parte de la dictadura bolivariana. Esta semana participó en Oviedo en el encuentro iberoamericano celebrado en el teatro Campoamor, organizado por la Fundación Libertad y Desarrollo presidida por el empresario guatemalteco y comunicador Dionisio Gutiérrez, descendiente de asturianos de Campiellos (Sobrescobio). Saleh ha recibido el prestigioso premio Sajarov del Parlamento Europeo para distinguir a los defensores de los derechos humanos. El primero en recibir este galardón fue Nelson Mandela.
Cuando hablamos de “La Tumba”, ¿cómo se puede transmitir lo que es verdaderamente?
“La Tumba” es un centro de tortura en Venezuela que dirige del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional. Queda en el centro de Caracas, debajo del metro, en un sótano 5. Y es un lugar que crearon para la ‘tortura blanca’ y para encerrar ahí a enemigos de la dictadura. Me secuestraron en Colombia en el 2014, hubo una negociación entre el gobierno de Colombia y la dictadura de Venezuela y me entregaron al Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional. Después de estar ahí, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos emitió medias cautelares de protección por la tortura a la que estaba sometido. El Alto Comisionado de Derechos Humanos también luchó mucho por mi libertad, la Unión Europea luchó mucho por mi libertad y, de hecho, estando preso en el 2017, me dieron el premio “Sajarov”. Hubo mucha presión hasta que, por fin, me dieron la libertad. Pero, lamentablemente, en este momento en Venezuela hay más de 900 presos políticos. La situación en Venezuela, lejos de apagarse, sigue más grave que nunca, así que yo espero seguir luchando por la libertad de mi país, por el respeto a los derechos humanos. Por eso agradezco a España que nos esté acogiendo.
Y ahora vive en Ribadeo…
En el 2018, un 12 de octubre justamente, después de cuatro años y un poco más de estar encerrado en el centro de tortura, me montan en un avión con una delegación de España, en caberzasa por el secretario de Estado de España, y me expatrian, me quitan mis documentos y me entrega el gobierno de España y aterrizo en Madrid. Ahí estuve mi primer año. Fue un proceso muy duro después de vivir todo aquello y necesitaba buscar un lugar que me diera paz y tranquilidad, que me hiciera sentir un poco más en casa. Aunque Madrid es una ciudad bastante amigable, es difícil sobre todo por la intensidad política que hay. Así que, literalmente, busqué en Google Maps la zona más verde de España. Además, yo vengo de Los Andes, vengo del trópico, me formé en Costa Rica y necesitaba verde. Y después de cuatro años en una caja de concreto (hormigón) se podrá usted imaginar la necesidad.
¿Buscó en Google Maps y…?
Y ubiqué un lugar, busqué una casa y dije me: me voy. Ese lugar era Ribadeo. Y no conocía nada pero cuando pasé el Negrón, el túnel, y todo cambió. Empecé a ver montañas y verdes, me dije: no me quiero regresar. Aterricé aquí en La Marina lucense, en la reserva de la biosfera de la Ría del Eo, muy cerca de Vegadeo. Ahí estoy con mi familia, aquí he hecho mi nueva vida, y me siento muy feliz. Me siento muy agradecido por esta tierra, que me ha hecho sentir en casa a mí y a mi familia.
¿Y cómo le va?
Tengo tres bebés, uno de cinco años, uno de cuatro y uno de dos años, y están muy felices de estar aquí. Combino mi vida de política exterior con mi vida de campo.
¿Y a qué se dedica en Ribadeo?
Intento ser agricultor. Creo esa actividad con la naturaleza me da esa paz y esa tranquilidad que la política me roba.
Pero sigue activo en su denuncia del régimen venezolano.
Sí, estoy muy activo. Sigo trabajando con el Parlamento Europeo, muy de cerca, en materia de derechos humanos. No solo con el tema de Venezuela, sino a nivel global, trabajo con algunas universidades y seguimos muy activos en la defensa de los derechos humanos, llevando el caso de Venezuela en la Corte Penal Internacional y otros procesos.
¿Qué cultiva en su casa?
Huerta. Bueno, estoy empezando. Tengo ahí la pequeña huerta y estoy plantando árboles frutales, estoy comenzando, estoy aprendiendo de mis vecinos.
Pero su vida, antes de ser encarcelado y torturado, iba por otros derroteros….
Yo me formé en Comercio internacional. Pero esto ha sido un proceso interesante, me he dedicado mucho a estudiar la agricultura ecológica, y estoy aprendiendo de los vecinos, que me han acogido muy bien. Además, es súper terapéutico, es la mejor terapia que he conseguido. No hay psicólogo o psiquiatra que te dé lo que te da la naturaleza y la agricultura. También, en un mundo donde la defensa de los derechos humanos es tan agresiva, tan violenta y de tanta intensidad, en estas tierras consigo esa paz y esa tranquilidad. Y, sobre todo, te saca un poco del antropocentrismo y te centras en otras cosas. Me permite meditar muchas cosas y recibir oxígeno. Pero, bueno, no por ello dejo de estar activo en la política exterior y en la defensa de los derechos humanos.
Usted denunció en el Campoamor que España también da cobijo a los verdugos.
Es verdad que hemos llegado muchos venezolanos a España huyendo de la dictadura, pero aquí también hay personas como Luisa Ortega Díaz, que fue la fiscal del régimen chavista y Miguel Rodríguez Torres, que fue el jefe del servicio de inteligencia, que configuraron y crearon todo ese sistema de represión en contra de los venezolanos. Y eso no deja de ser una ofensa muy fuerte, que habla de la impunidad con la que estas personas se manejan. Llamo a la reflexión del Gobierno y de las autoridades sobre que España no puede ser tampoco un refugio de personas que han estado en todos estos procesos de persecución y de violaciones de derechos humanos en Venezuela.
¿Cuando usted está ahí, en La Tumba, cómo se arma psicológicamente para resistir?
Cuando uno decide defender los derechos humanos, uno tiene que tener mucha conciencia de esa decisión. Cuando defiende los derechos humanos tiene que asumirlo por completo y eso implica riesgos, eso implica que te persigan, que te atropellen, que vayan contra ti. Porque defender los derechos humanos es incomodar el poder establecido. Y estando ahí adentro en situaciones extremas tú no puedes olvidar la razón que te ha movilizado a enfrentar el poder. En mi intervención (en el teatro Campoamor), cité unas palabras de Álvaro Vargas Llosa cuando dice que las ideas de la libertad son justas. Y ahí uno tiene que reforzarse. Además, yo soy creyente, creo en Dios, y me aferraba a su voluntad, me aferraba a ese ideal de vivir en libertad, de respetar la dignidad del hombre pese a cualquier condición. Me aferraba a la confianza de que, afuera, está una familia también que luchaba por mí.
¿Ya tenía niños?
En ese momento, no afortunadamente. Y digo que afortunadamente porque hubiera sido muy duro, los niños nacieron ya aquí en España.
¿Ha pensado alguna vez cómo se lo va contar?
Bueno, eso ha sido un tema. Porque además no quiero que mis hijos hereden mis fantasmas. Por eso es importante el estar aquí, que ellos descubran el mundo desde la naturaleza, desde el verde. Estas tierras a mí me hacen sentir bien.
Mientras, su país sigue desangrándose: el éxodo es brutal.
Es terrible. En Venezuela, que difícilmente llega a 30 millones de personas, más de 8 millones están en el exilio. Creo que es el mayor síntoma y prueba de la terrible crisis que se vive en nuestro país.
¿Y cómo se mantiene una dictadura así?
Bueno, con el terror, con la represión, con la violencia, con tortura, con desapariciones. Para poder mantenerse en el poder tienen a más de 900 personas en centros de cárceles políticas. Para poder mantenerse en el poder se aferran al crimen organizado, a la violencia más extrema desde el poder. Lamentablemente, muchas personas son desaparecidas todos los meses y eso es lo que sostiene la dictadura. Pero, además, también hay algo que la sostiene y es la complicidad muchas veces de una comunidad internacional que en ocasiones mira para otro lado. Aunque condena lo que pasa en Venezuela, a veces hace negocios con esta dictadura y hay que entender que las crisis de derechos humanos no son crisis particulares de un territorio, sino que involucran a muchos. Las dictaduras no se pueden sostener si no hay un sector de la comunidad internacional que juega con ellos.
Según la ideología de quien opine las dictaduras no se juzgan igual.
Es verdad que hay ciertas hipocresías en muchos sectores que condenaban la dictadura de Pinochet o la dictadura de Franco, pero dicen que las dictaduras militares de Cuba, de Nicaragua, de Venezuela no son tan malas. Hay una hipocresía. Yo creo que la defensa de los derechos humanos se tiene que hacer por encima de cualquier tendencia ideológica. La dictadura es mala, sea derecha, sea izquierda, de cualquier forma. Para nosotros a veces es muy doloroso ver a personas que condenan continuamente la dictadura de Franco, la dictadura de Pinochet, pero les cuesta condenar la dictadura de Cuba, que es una dictadura de las más antiguas del planeta. La dictadura de Venezuela ya lleva más de 20 años, ¿porque una dictadura militar es mala y otra sí es buena?
¿Militar?
Eso lo digo mucho a los estudiantes y a los profesores: la dictadura en Venezuela es una dictadura militar. La revolución bolivariana no nació en la escuela de humanidades de una universidad, tampoco nació en los sindicatos, ni mucho menos nació en las luchas indígenas. Ese proyecto nació en los cuarteles militares y quienes lo encabezaron fueron militares que usaron sus armas para tomar el poder y mataron gente en 1992. Y siguen ahí esos militares. Es una dictadura militar. Y ahí es donde yo llamo a la conciencia y a la revisión de un sector de la izquierda española, por qué tienen que seguir defendiendo las dictaduras militares en América Latina, porque es un proyecto militarista. El proyecto de Chávez fue un proyecto eminentemente militarista, grotesco, que destruye la naturaleza, que secuestra, que extorsiona, que ha arrasado con una nación que era bastante próspera. No hay diferencia.
A usted le encerraron y torturaron 4 años por intentar ejercer su libertad política. ¿Qué nos diría a los que, por fortuna, no nos ha pasado eso?
Mire, ahí hay algo que le digo mucho a mis estudiantes. La libertad y la democracia no se pueden dar por sentadas. Yo tengo 36 años, mi generación fue una generación que está sufriendo la resaca de las fiestas del pasado. Nuestros padres vivieron una Venezuela próspera, democrática, libre, cuando aquí en España había una dictadura. Ellos vivían en libertad y democracia. Y ellos pensaron que eso estaba garantizado. No se preocuparon por ella, no la cuidaron y se perdieron. Y, mira, cuando se pierde la libertad y se pierde la democracia, cuesta muchísimo, muchísimo recuperarla. Entonces, a los jóvenes, sobre todo a los jóvenes que viven en España, les digo que no piensen que la democracia y libertad está garantizada. Fíjense, un día se paró el mundo (por la pandemia de coronavirus). Mandaron a todo el mundo para su casa y todo el mundo se fue para su casa. Y esto pudo seguir durando hasta ahorita. Y nadie pensaba que eso fuera posible. Entonces, la democracia y la libertad se defienden y se ejercen todos los días por encima de las elecciones o de campañas políticas. Es una acción ciudadana e individual.
Frente a eso que usted dice está la postura de los opinan que “eso aquí no puede pasar”
Ahí está Estados Unidos. Quién diría que la cuna de la libertad iba hoy a estar dirigida por un señor que tiene poco de democrático y que hoy está llamando a subvertir las leyes. Francamente, está desmontando el Estado derecho y la democracia norteamericana. En pocos meses, no lleva un año. Si hubiésemos hablado hace poco y no lo creeríamos.
Le confieso que a veces siento que vivo en una serie distópica.
Sí, parece que estamos en una serie distópica completamente. Fíjese, estamos entrando en una era donde prácticamente el orden internacional no se respeta y el más poderoso, el más salvaje, es el que gana.
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