Pulso por el poder
El ultranacionalista Nawrocki gana las presidenciales de Polonia y pone al Gobierno de Tusk contra las cuerdas
El primer ministro se someterá a una moción de confianza, debilitado por la victoria del candidato del PiS sobre el europeísta Trzaskowski

El conservador Nawrocki gana las elecciones presidenciales polacas con todos votos escrutados / AP

Los pronósticos apuntaban a una Polonia dividida entre el europeísmo y el ultranacionalismo y finalmente el ganador de la partida en las elecciones presidenciales de este país clave para la UE y la OTAN fue Karol Nawrocki, el candidato apoyado por el euroescéptico y tradicionalista Ley y Justicia (PiS). Fue una victoria por la mínima, que refleja la polarización del país y a la que el primer ministro, el liberal y europeísta Donald Tusk, ha reaccionado anunciando que se someterá al voto de confianza del Parlamento.
"Necesitamos unidad y coraje.Y la primera prueba para demostrarlo será someterme próximamente a una moción de confianza en el Parlamento", afirmó este lunes Tusk en una breve declaración televisiva, horas después de confirmarse la derrota en la pugna por la presidencia de su correligionario, el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski. "No daremos ni un paso atrás", afirmó, en alusión a sus prometidas reformas.
La reacción de Tusk responde a la debilidad en que ha quedado su Gobierno, una coalición de amplio espectro, cuyas reformas se han visto sistemáticamente bloqueadas desde su llegada al poder, en 2023, por el presidente saliente, Andrzej Duda. Las esperanzas del primer ministro y su equipo estaban depositadas en una victoria de Tszaskowki para romper el bloqueo a sus reformas. En lugar de eso, se topará con otro presidente, Nawrocki, comandado por el PiS, como lo ha sido Duda. "Queremos llevar adelante nuestro proyecto. Estoy dispuesto, de acuerdo a la Constitución, a una cohabitación (con Nawrocki), pero se perfila difícil", afirmó.
Casi en paralelo a la declaración de Tusk, el líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, apremió a Tusk a retirarse, tras asegurar que la derrota de su candidato era "una tarjeta roja" a su Gobierno.
Trastazo al europeísmo
Nawrocki, un historiador de 42 años, exboxeador y neófito en política, se impuso en las elecciones presidenciales celebradas el domingo por un 50,89% de los votos al carismático alcalde de Varsovia, el liberal Trzaskowski, que obtuvo 49,11%.
La Comisión Electoral dio a conocer los datos consolidados a primera hora de este lunes, tras una noche en que primero se apuntó a una victoria por un margen mínimo de Trzaskowski, lo que desató la euforia en las filas de Tusk. Vio en esa victoria el fin de la coexistencia obligada con una presidencia que le es hostil.
"Hemos ganado, aunque al filo de la navaja. Sabíamos que sería difícil", fueron las primeras palabras de Trzaskowski, un minuto después de cerrarse los colegios, cuando los sondeos de Ipsos le daban un 50,3% de los votos. Estaba emocionado, pero se mostró comedido en medio del júbilo de su Plataforma Ciudadana (PO).
"Al final de la noche, seremos nosotros los ganadores. Salvaremos Polonia", afirmó ya entonces Nawrocki, confiando en un vuelco a su favor a ese marcador. Unas pocas horas después, la misma encuestadora Ipsos difundía un nuevo sondeo, esta vez favorable al candidato del PiS.
Hubo una alta movilización, pero aparentemente no actuó en beneficio del alcalde de Varsovia. En la primera vuelta, celebrada el 18 de mayo, se había registrado una participación récord, con un índice del 68% entre los casi 29 millones de electores polacos. En la segunda ronda se escaló hasta rondar 72%.
Fue un duro revés tanto para Tusk como para Trzaskowski, quien ya en 2015 luchó por la presidencia pero fue derrotado por Duda. El alcalde capitalino representaba la voluntad de consolidar a Polonia como país de peso creciente dentro de la Unión Europea (UE) y puntal del flanco este de la OTAN.
La agenda pendiente del primer ministro
Un triunfo de Trzaskowski habría supuesto el fin al veto a las reformas prometidas por Tusk en la campaña electoral que le llevó al Gobierno en 2023. En Polonia, el presidente ejerce la jefatura sobre las fuerzas armadas y tiene la potestad de vetar prácticamente todas las leyes o enviarlas al Tribunal Supremo.
Tusk no ha podido así revertir la dinámica marcada por los anteriores ocho años de gobiernos liderados por el PIS, en línea de confrontación permanente con la UE por erosionar el Estado de derecho, minar la independencia del poder judicial o pretender ejercer su control sobre los medios.
Las esperanzas del ultranacionalismo polaco estaban depositadas en Nawrocki, sin experiencia en política y con vínculos pasados con negocios turbios y prostitución, pero que a ojos del PiS representa la cercanía con el ciudadano de a pie, descontento con el elitismo europeísta atribuido a Tusk y al alcalde de la capital.
Trzaskowski había ganado la primera ronda, celebrada en mayo, por una mínima ventaja. A la recta final hasta la segunda vuelta se llegó con los sondeos apuntaban a un empate. El alcalde de Varsovia había dedicado su último día de campaña a buscar el voto fuera de la capital. Recorrió en una sola jornada seis etapas por el norte polaco, incluida Gdanks, la ciudad natal de Nawrocki. En Varsovia, nadie se atrevía a avanzar pronósticos, más allá de que podía ser una noche frenética hasta tener resultados consolidados, ya el lunes.
El pulso inacabable entre Tusk y Kaczynski
La bandera europea, junto a la polaca, fue omnipresente en la jornada electoral en la capital y también ante la sede presidencial que ocupará Duda hasta agosto, en que expira su mandato. Podía interpretarse como un gesto favorable a la opción europeísta. Pero otro símbolo, igualmente ante la sede presidencial, apuntaba en la dirección opuesta: el monumento a las víctimas de la catástrofe aérea ocurrida en el aeropuerto ruso de Smolensk, en 2010. Murieron los 96 ocupantes del avión presidencial, entre ellos entonces jefe del estado, Lech Kaczynski. Sucesivas investigaciones atribuyeron al mal tiempo y la niebla el accidente. Para el líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, hermano gemelo del fallecido presidente, hubo fallos en los preparativos del viaje y ningún interés en investigarlos por parte del entonces jefe del gobierno -o sea, Tusk-.
La elección entre Trzaskowski y Nawrocki tenía aires de reedición de la pugna eterna entre Tusk y Kaczysnki. Ambos políticos vienen enfrentándose en las urnas, directa o indirectamente, desde 2007. Entonces ganó la partida Tusk, quien ascendió así por primera vez a la jefatura del gobierno. Fue reelegido en 2011, pero cuatro años después fracasó en su intento de saltar a la presidencia. Se tomó la revancha en 2023, al ganar las parlamentarias y poner fin a los ocho años de dominio del PiS.
La presión de la nueva ultraderecha
Tusk necesita una presidencia europeísta para consolidar a Polonia entre los grandes socios de la UE y en el grupo de los que más invierten en Defensa, ya que dedica un 5 % de su PIB al gasto militar. El PiS logró su objetivo de retener la presidencia, pero tiene ante sí otro desafío que no procede del europeísmo liberal, sino de una ultraderecha vigorosa y rejuvenecida: la Confederación, el partido al que un agitador de las redes sociales llamado Slawomir Mentzen ha encumbrado a tercera fuerza.
Para una parte del electorado de Mentzen, entre ellos muchos jóvenes, el PiS de Kaczsynki representa a una Polonia avejentada y rural. Quieren romper con las ayudas a la familia o el campo que mima el conservadurismo polaco. La pujanza de Mentzen es un factor de alto riesgo para el ultranacionalismo clásico. Nawrocki ha buscado en la campaña atraerse a este electorado, pero su partido puede acabar engullido o erosionado por esa formación más joven que, que a diferencia del declaradamente antirruso PiS sí busca -y obtiene- la cercanía con Moscú.
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