La Ley de Transparencia, que está en trámite, no afecta a los partidos políticos ya que son entidades privadas. Aún así, la intención es que como receptores de subvenciones públicas exhiban una mayor transparencia y fiscalización. Esto es otro camelo más. Si tan demócratas son, deberían pagar sus gastos con las subvenciones que reciben y si falta, que paguen en proporción al sueldo que reciben.

No debería haber ninguna empresa asociada a partidos porque esa puede ser la ventanilla que dé lugar a recibir cantidades de dinero con facturas falsas y otros. Esa ventanilla puede ser la de los recaudadores del reino y a su vez se quedarse con parte del pastel. Ellos saben del pie del que cojea nuestra democracia, pero ninguno está dispuesto a sacar de su bolsillo lo que se ha llevado y menos a dejar los privilegios conseguidos por ser buenos actores en «el teatro de nuestra democracia». Como nada es eterno, con ellos o sin ellos los ciudadanos pasaremos el calvario de años de penuria. Eso sí, esta gente seguirá siendo la privilegiada del sistema.