En 2013 resbalé en la arenilla de las obras de Ruzafa lesionándome rodilla y codo. Mi reclamación al ayuntamiento (entonces del PP) se respondió en 2016, falseando los hechos y tergiversando el parte levantado por el policía local, desestimando mi queja. Emprendí la vía judicial y, por una treta de mi abogada de oficio, el juicio se celebró sin mí mientras esperaba con mis dos testigos a ser llamados. En junio de 2017 la sentencia fue que no había lugar a indemnización.

Solicité una entrevista con el Sr. Ribó, no ya para una reclamación, a la que ya había renunciado, sino para contar mi caso. Se habla mucho de corrupción en España, pero yo quería preguntarle al Sr. Ribó por la letra pequeña: ¿Qué le queda por hacer a una valenciana de a pie frente a la corrupción que no sale en los telediarios? ¿Cuánta corrupción ve él en un ayuntamiento que no asume responsabilidades, o en una justicia que celebra juicios en ausencia de una de las partes? La respuesta fue que era un caso ya juzgado.

Recordé su frase: «Como alcalde no me hace falta ni la vara ni el mando. (€) no es un símbolo (la vara) que representa mi forma de gobernar. Prefiero el diálogo». ¿No cree usted que en este clima de incuria moral que también cala en las instituciones, el corrupto, al son de un «¡Qué viva España!», dirá: «Coño, si me lo ponen a huevo»?

¿Usted qué cree, Sr. Ribó? ¿Nos sumamos al pasodoble? ¡Ah, no olvide la vara! Si marca el compás con ella verá cómo brotan casos similares que no obtienen respuesta, tampoco la de un ayuntamiento que, según usted, tiene por bandera el diálogo y la cercanía. Paz Rodríguez Llach. València.