El día primero del año, como otro cualquier día, los empleados sanitarios tienen que acudir a trabajar y atender a los enfermos. En el hospital existe una cafetería, para su personal, en donde hay un despacho de menús de comida que se les vende a los empleados. Allí mismo, hay un comedor del que los médicos pueden disfrutar, porque son ellos los que disponen de más libertad y de más tiempo para regocijarse con un rato de relax. En cambio, el personal de enfermería y auxiliares, que son la carne de cañón del hospital, no pueden abandonar sus guardias de sala. Es decir, los médicos sí pueden comer tranquilamente en el comedor y el resto de personal tiene que comprar el menú, llevárselo rápidamente a sus puestos de trabajo y comerlo cuando se lo permitan sus tareas. El día uno de enero, Año Nuevo, como siempre, algunas enfermeras y auxiliares bajaron a recoger su menú, con la gratificante sorpresa que habían hecho un menú especial de Año Nuevo. La bonita sorpresa se evaporó muy pronto cuando les negaron el menú especial a ellas excusándose en que aquel era el menú exclusivo para los médicos. Ellas sintieron la vergüenza de la humillación ante los médicos presentes y huyeron a sus salas de trabajo avergonzadas, doloridas y con la dignidad por los suelos ante esa tan injusta y anacrónica discriminación.

La discriminación «per se» nunca es buena. En un hospital cada uno hace su trabajo y según la especialidad cado uno cobra mayor o menor sueldo de acuerdo a lo estipulado. Es decir, los médicos y cirujanos cobran mucho más que las enfermeras o auxiliares por la dificultad y tecnicismo de sus trabajos. Y así debe de ser. De tal modo que en sus especialidades está la justificada diferencia de sueldo, pero no debe de existir en el trato en el comedor. Todos, todos, los empleados tienen el mismo derecho a disfrutar en igual medida de la comida especial de Año Nuevo. ¿O es que los médicos tienen un paladar más refinado y exquisito que el resto?, o, ¿es que a la Generalitat Valenciana tiene mucho interés en tratar muy bien a los médicos y, en cambio, les importa un bledo el resto de empleados públicos del hospital?

Esta teoría no casa con el predicamento habitual de la Generalitat Valenciana actual. ¿Dónde están los que defienden al trabajador más desprotegido?

El Presidente, Sr. Puig, debería preguntarle a la Consejera de Sanidad el por qué predica sin dar ejemplo. Debería preguntarle el por qué practica el Apartheid en el siglo XXI en la Sanidad Pública.

Desde luego, no debería hacer falta otro Nelson Mandela, ni en la Sanidad pública Valenciana, ni en ningún otro lugar del mundo. ¡¡A alguien debería caerle la cara de vergüenza!! ¿Quién ha sido? En Valencia a uno de enero de 2019.