Si hay un tema de opinión pública capaz de eclipsar a la problemática catalana y otras hierbas, es sin duda el que ha provocado ese minúsculo ser vivo, de naturaleza «ARNfórmica» llamado por los científicos Orthocoronaviridae y por la divulgación social como Coronavirus, en referencia a su disposición en forma de corona de la realeza cuando es visto con un microscopio electrónico. Para más inri a esta nueva cepa dañina le han llamado COVID-19, similitud en la pronunciación con nuestra mascota olímpica más conocida. Frivolidades aparte, ya que no es la intención de este escritor, estamos presenciando como una auténtica epidemia azota a humanos como nosotros, sopesando el número de muertes en conjunto y calculando si nos va a afectar en un futuro no muy lejano. Los que tenemos la suerte de ver esta situación como si fuera una película apocalíptica que cesa al apagar la tele, deberíamos pensar en que la prevención de un contagio viral no empieza construyendo una barrera social de exclusión, sino cumpliendo las recomendaciones médicas como en estos casos, el lavado de manos antes de un contacto de riesgo o después de estornudar, incluso si uno mismo está acatarrado, imitar a los iconos asiáticos de la población en la calle que andan con mascarilla, en definitiva, señora directora, ser cívicos y pensar en los demás. Esta epidemia de virus es real, muy real y si tiene que venir, que nos encuentre preparados con una educación cívica sanitaria suficiente para hacerle frente en conjunto con los profesionales de la salud.