El Papa Francisco dijo una vez que vivimos en la globalización de la indiferencia. Hemos dejado de asombrarnos por las atrocidades. Ya no nos indignamos cuando vemos fusilamientos en las fronteras, muertes en pateras, violaciones, guerras, hambre. Hemos normalizado tanto estas situaciones que ya no nos despiertan el más mínimo sentimiento dentro nuestro. Ni siquiera nos revuelve las tripas ver cómo muere un niño. La sociedad se ha vuelto tan egoísta que únicamente piensa en sí misma. Pretende tener derechos, no obligaciones.

Los medios de comunicación hacen que estemos bien informados pero que lo hagamos por costumbre, como un simple dibujo animado más, como si cambiando de canal desapareciese el problema. Según el Papa, el aumento de información no conlleva un aumento de atención e implicación en los problemas, si no va acompañado por una apertura de conciencia. Es más, el bombardeo de noticias puede incluso saturar hasta la anestesia.

De todas maneras, de lo que no hay duda es que la sociedad únicamente reacciona cuando le afecta. Una prueba de ello es el Coronavirus. Nada nos importaba cuando eran los chinos quienes estaban sufriendo. Igual que nada nos importa cuando son los sirios o africanos quienes huyen y mueren intentando venir a nuestras costas. Sin embargo, cuando se trata de nosotros, saltan las alarmas y aparece la empatía. Esa empatía que no aparecía cuando los animales o personas fallecidas eran simples números o dinero. Ahora anteponemos la humanidad a la economía, las personas a los números. Ojalá esto no desapareciese cuando pase la crisis, porque recordad, no somos los únicos que están luchando por vivir.