La Naturaleza es sabia y nos ha puesto en su sitio. Lo que no han sabido corregir los humanos nos ha indicado el camino el Covid-19 y con un coste infinitamente menor -a pesar de la alarmante evolución - en vidas humanas que la contaminación y el estrés por el ritmo de vida actual.

Ni los tratados de Kioto y sus secuelas has sido tan efectivos como la "Confinación" a la que nos vemos sometidos para atajar la Pandemia.

Los aviones en tierra, los barcos en puerto, los coches en el garaje, los carburantes bajando de precio, la industria replanteándose la des-localización, el fomento del tele-trabajo, la priorización de los productos "Km. cero" y si aprendemos a minimizar el consumo de los plásticos y reordenar el consumo de alimentos, implantamos las video-conferencias -no hace falta ir a Davos a pasar un fin de semana para debatir sobre lo divino y lo humano-.

Resultados positivos que hemos de extraer de esta contingencia, bajada importante de la contaminación, en pocas semanas el agua de Venecia se hace transparente y las emisiones de CO2 descendiendo.

Como dijo Groucho Marx, "que paren el mundo que yo me bajo", efectivamente, vivimos en el mundo subidos en una montaña rusa infinita de la que no sabemos o no queremos bajar.

Como mantiene alguna corriente económica, el crecimiento no es infinito.

Aprovechemos pues el trampolín que nos brinda el Covid-19 y replanteemos en qué mundo queremos vivir y legar a nuestros hijos y nietos.