En estos días donde ya llevamos a las espaldas un mes de confinamiento, estamos presenciando en los medios de comunicación como se comienza a hablar de la "desescalada" para volver a nuestras actividades cotidianas y laborales. Esta maniobra poblacional debe ser planeada con cuidado, porque es, ni más ni menos, el salir a la calle a convivir con este coronavirus infame esperando que no ocurra una nueva repercusión sanitaria.

Por otro lado, también estamos escuchando a las autoridades nacionales decir que es probable que se haya llegado ya al pico de la curva y que comencemos la fase de aplanamiento. Estas dos situaciones, si no se planean de manera coherente desde un punto de vista técnico, me hacen pensar que nuestra sociedad va a sufrir un efecto similar al que ocurre cuando te subes a una de las montañas rusas más feroces y majestuosas que he conocido, desde el punto de vista de alguien miedoso como yo. Donde después de una subida dramática y una bajada frenética, tienes poco tiempo para pensar que todo ha acabado, ya que vuelves a sufrir las mismas sensaciones, porque tras el primer inmenso pico de la atracción viene otro, que, aunque con menos altura que el primero, es más demoledor ya que lo acometes exhausto. Por este motivo, señora directora, hago un llamamiento a los organismos que nos cuidan para que no se les olvide la importancia de conocer la seroprevalencia de la COVID-19 en la población y de dotar a nuestra sociedad de barreras preventivas como mascarillas o las que consideren oportunas los expertos.