Vaya por delante que admiro, reconozco y doy gracias a diario a todos los profesionales de la medicina por su abnegada labor, no solo en esta pandemia, sino por ser una profesión digna donde las haya y en su mayoría se merecen un gran respeto. El asunto de salud que nos ocupa comienza hace unos meses: pido hora de visita en una consulta privada de una clínica muy conocida de endocrinología para tratamiento de la diabetes en Manises. Me citan a los 50 días. En la consulta el Dr. me pesa, me toma la tensión, me hace preguntas relacionadas con mi estado y enfermedades que padezco, si camino mucho o poco, etc. Lo propio de una visita médica. Finaliza con que me encuentra fenomenal y que vuelva al cabo de unos meses. Salgo a recepción, le abono el precio de la consulta a la enfermera y pido hora como lo ha indicado el médico y me cita para el día 6 de este mes de mayo. Un día antes, el 5 por la mañana, recibo una llamada telefónica de la enfermera y me dice que por la tarde me llamará el Dr. A las 18 horas recibo esa llamada del Dr., que me pregunta por mi estado, qué tensión tengo, cuánto peso, se asegura del medicamento que tomo, etc. Así se despide. Pasados unos minutos me vuelve a llamar la enfermera y me dice que tome nota del número de la cuenta bancaria de la clínica para ingresar 50 euros, como pago de la visita (telefónica). He sentido vergüenza ajena. Ahora más que nunca me pregunto cuánto deberíamos pagar a esos profesionales que se dejan la piel e incluso la vida tratando de curar la pandemia que nos azota.