Vivo enfrente de uno de los puntos de recogida de alimentos desgraciadamente tan concurridos estos últimos días. No puedo evitar observar incrédula detrás de la ventana día tras día.

Me estremezco, me inquieta. ¿Quizás me sentiría mejor no mirando? Sigo inmóvil, la mirada me huye fugaz de una persona a otra y me cuestiono cuál es su injusta historia.

Muchas personas han perdido este trabajo precario y sumergido, pero determinante para su subsistencia.

¿Qué parte de responsabilidad tenemos todos juntos? Por poner un ejemplo, ¿cuántas de estas personas sacan la suciedad de nuestros hogares?

Que tire la primera piedra aquel que esté libre de pecado.