Nadie puede negar que dentro de nuestro cuerpo vivimos. Somos un pensamiento, alma, intención, voluntad. Somos algo importante, con nuestro mundo, nuestras vivencias. Reducirnos a un número dentro de una cantidad no significa nada, porque no somos nosotros.

Cuesta hacerme a la idea de que, a golpe de dato, en estos días aciagos, se me anestesie el alma. Presenciar esas cifras de fallecidos, esos bailes de números, imaginar esa gran cantidad de personas detrás de esos números y de esos puntos o comas, hace que se me conmueva hasta la parte más huraña de mi ser. Pienso en todas esas vidas que han sido y que fueron, en todo lo que pudieron tener, en todo lo que sintieron. Elevo mi intención de pensar que su recuerdo seguirá vivo en cada uno de los hogares de donde provienen, en las familias donde moraban y en las personas con las que compartieron sus momentos. También reconozco que un día podría ser yo quien engrosara esas cifras terribles. Pero me aferro a mis vivencias, a mis defectos, a los que me quieren y me aguantan, a todos mis pecados y a todos mis recuerdos. Y me doy cuenta de que soy un ser único, como todas las demás personas, como tú. Si algún día nos incluyen en un numero fatídico, que alguien nos saque y nos cuente de nuevo como cifras de la vida albergadas en nuestro recuerdo, este es mi deseo.