Se abre el telón. Comienza el espectáculo. Bochornoso se mire por donde se mire. Pretendemos acusar, culpar a personas por el efecto de un virus, de una pandemia mundial. Se trata de detener y "juzgar" a un virus, no a las personas. El odio tiene dos acepciones principales. La primera que es un sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien (estoy pensando ahora mismo en algunos políticos "españoles" contra otros también "españoles"), que provoca el deseo de producirle un daño (insultos y muchas veces con bulos o mentiras que insistentemente niegan que lo sean), o de que le ocurra alguna desgracia (€). La segunda acepción del odio, es la aversión o repugnancia violenta (también verbal, dicho sea de paso, en la sede parlamentaria de la democracia de España), hacia una cosa que provoca rechazo (€). La violencia es una de las manifestaciones más claras del odio, el exterminio del otro. Tal cual.

Les propongo un juego o un ejercicio, para que cambien los contenidos de los paréntesis por sentimientos o sucesos políticos recientes y descubran así resultados asombrosos. Termino con una frase del recientemente desaparecido Julio Anguita: "El odio es un sentimiento que no entiende de escrúpulos".