Venciendo ya la pandemia, rindo homenaje a mis compañeros de profesión, los conserjes, para que sea reconocida nuestra sorda y meritoria labor. A muchos les multiplicaron las tareas y se les cargó con la responsabilidad de desinfectar edificios, sin medidas de protección las primeras semanas. Las tareas reforzadas no cesaron cometidos habituales del puesto: vigilancia, recogida de paquetes y correspondencia, retirada de basuras... Sin quejas, asumimos nuestra gran responsabilidad para ayudar a los vecinos. El gobierno no nos obligó a trabajar al inicio de la pandemia, pero estuvimos ahí, cumpliendo, aunque en algunos casos hayamos sido ignorados e incluso increpados de una forma totalmente injusta. Compañeros, me siento orgulloso de ser uno de vosotros.