Observamos la llegada del sexo aséptico, algo frio y antinatural. Todo esto digo según las «recomendaciones» que nos han ido llegando de los «expertos» durante el desarrollo de la pandemia. Las mayores descargas de energía se producen por actos descontrolados: la imaginación sin control, la charla desmedida, la sexualidad exagerada, el oír, mirar, gustar de manera general y sin objetivo, por eso gustan tanto los centros comerciales.

Si reprimimos la sexualidad esto creará contradicción interna. El no besar, tocar, palpar, acariciar el suprimir la creatividad entre personas nos irá encerrando y creando ante el otro una paranoia más de las que ya estamos acostumbrados en nuestra vida diaria. El control del sexo tiene que ver con una involución humana muy notable. Todas esas «recomendaciones» ampliamente difundidas por medios de comunicación tienen que ver con un retroceso o con un stand by. En otras épocas también el sexo ha sido controlado por los poderes de turno. Sociedades reprimidas donde pudieron salir elementos muy peligrosos para el mundo en general. ¿Qué queremos destruir, la sociedad o la vida que nos ha sido legada por la llegada de un virus? No solo se les ha coartado o controlado a las poblaciones la libertad de expresión, manifestación, economías... Muchos de ellos se han arruinado. Y ahora también el sexo. Esto es ya demencial. Hay un signo destructivo grande en todo esto. ¿Qué sucede entonces con el amor?¿Ya lo dejamos aparcado? La mayor energía que cuenta el ser humano proviene del sexo y de ahí la creatividad, la ciencia como investigación creativa puesta al servicio de la comunidad, no de la industria de armas. Jesús A. Fernández Olmedo. Valencia.