La mayoría silenciosa de Benimaclet

Pablo López García. VALÈNCIA.

Leo con cierta ilusión la reciente noticia sobre los cambios planteados por la concejala de Urbanismo en el sempiterno PAI de Benimaclet. De un tiempo a esta parte, dos colectivos vienen defendiendo una inamovible postura que, sorprendiendo a propios y extraños, está logrando una intransigente paralización del PAI. En líneas generales, estos colectivos abogan por una defensa a ultranza de una sedicente huerta (que en última instancia podría conllevar, entre otras cosas, un dispendio público por el pago de indemnizaciones y el soterramiento de la ronda norte). La sorpresa se causa no solo por la dificultad de localizar, entre tanto descampado, chamizo y maleza, los anárquicos, escasos e improductivos trozos de terreno okupado en Benimaclet que algunos consideran «huerta», sino también porque, cuando uno habla con los verdaderos vecinos de Benimaclet, no es tan sencillo encontrar una opinión que se alinee con los postulados hortelanos. En efecto, las reivindicaciones de muchos vecinos pasan por adecentar su barrio, desterrando de su vista todos esos solares en desuso que vienen acumulando escombros desde hace ya mucho (y chabolas desde hace no tanto), y construyendo en su lugar parques, jardines, polideportivos, dotaciones públicas y renovando el parque de viviendas, incluyendo aquellas públicas y accesibles. No es tan usual encontrar una opinión favorable a dejar el barrio a medio hacer, a costa de que unos pocos elegidos se dediquen a la experimentación de la hortofruticultura, por la sencilla razón de que es un insulto al resto, es decir, a esa mayoría silenciosa que espera ver pronto el ansiado desarrollo de su barrio.

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