El primer mundo es incapaz de dar respuesta a la grave tragedia de los que huyen, como haríamos todos, de horrores bélicos, políticos, económicos… Miles de muertes durante su doloroso éxodo y decenas de millares de vidas que permanecen aletargadas en campos de refugiados, son la deshonra del siglo XXI.

Los movimientos migratorios se han dado siempre, pero actualmente se ven exponencialmente amplificados y son imparables. No es el efecto llamada, sino el fruto de huir de la miseria y de múltiples horrores. Y sean cuales sean las ignominiosas medidas disuasorias que implanten los Gobiernos, no existe, ni existirá, fuerza capaz de contener la formidable acometida de la desesperación humana: para el que lo ha perdido todo, no hay más que perder. Detener este éxodo masivo solo será posible mediante un desarrollo justo, equilibrado y verdadero, que colme los anhelos y esperanzas en las zonas deprimidas del planeta.