Como casi toda, si no toda, la sociedad española, cuando escuché la noticia de la agresión sufrida por un homosexual por parte un grupo supuestamente homófobo que le había grabado con un objeto cortante la palabra ‘maricón’ en uno de sus glúteos, me indigné de tal manera que traté a los miembros de ese supuesto grupo agresor de canallas y miserables cobardes malnacidos.

Una vez conocida la verdad, tratándose de una denuncia falsa, la indignación es mucho mayor que la provocada por los hechos denunciados, de tal forma que me atrevo a solicitar para dicho individuo, al margen de la sanción económica que el hecho conlleve, prisión permanente con tal de que tenga tiempo suficiente para reflexionar sobre lo que ha hecho. Además de haber resultado una burla al pueblo español, que provocó incluso movimientos a niveles institucionales/gubernamentales, ha sido un total y absoluto desprecio al colectivo LGTBI que tanto está sufriendo porque una parte de la sociedad todavía está anclada en una intolerancia incomprensible para quienes optamos por el respeto y la consideración del hombre, por la defensa de los derechos y las libertades.