Nuestro Gobierno, que se cree progresista, presume de «memoria histórica y democrática», aunque más bien tendríamos que decir que adolece de una «memoria selectiva y sectaria». Y es que algunas de sus leyes ‘estrella’ ya fueron aprobadas por un tal Hitler en la década de los años treinta del pasado siglo. Fue Zapatero el que convirtió el aborto en un derecho y lo liberalizó del todo hasta la semana 14, pues hizo prevalecer la autodeterminación individual de la madre sobre el derecho a la vida del no nacido. Y llegó el presidente Sánchez y su ley de eutanasia. Una ley que nos deja entrever que existen vidas indignas de ser vividas. Los miembros de nuestro Gobierno no son conscientes de una cosa: si consentimos en la idea de que alguna vida humana es indigna de ser vivida, estamos afirmando de forma implícita que toda vida humana puede ser considerada indigna tarde o temprano. Esta ley de eutanasia es pavorosa, pues impedirá a los médicos españoles ser objetores de conciencia.

Señor Sánchez, ya se puede retirar tranquilo, pues su persona ya ha pasado a la historia de este país. Será siempre mal recordado como el continuador de la cultura de la muerte que se instauró en el año 1985, cuando el presidente González decidió despenalizar el aborto en algunos supuestos.