Como si de un cumpleaños se tratara, la fecha en la que se conmemora el día mundial del Alzheimer hizo que el foco se centrara en la preocupación por la grave situación que atraviesan los pacientes de esta maldita enfermedad. Hoy, dos semanas después, la preocupación ha caído en el olvido, y los que sufrimos a diario las carencias del sistema tendremos que esperar al 21 de septiembre del próximo año para que se nos vuelva a tener en cuenta.

Mientras, en España cerca de un millón de enfermos de Alzheimer llevan años sufriendo a diario estas carencias en soledad, silenciados y abandonados por el sistema, pero también por una sociedad que prioriza a la población activa, relegando a un segundo plano a quienes ya no son productivos. Considerada como una de las enfermedades más caras, los cuidadores de los enfermos, muchos de ellos sobreviviendo con escasas pensiones que apenas les da para pagar la luz, cada día más cara, optan a unas ayudas insuficientes que no garantizan la buena atención de sus familiares.

En el mejor de los casos tendrán que decidir si prefieren optar por una pequeña ayuda económica o si prefieren ser atendidos por un asistente social, como el niño que tiene que decidir si quiere más a papá o a mamá. En el peor de los casos, los pacientes estarán negociando con San Pedro su entrada en el cielo sin haber llegado a percibir ninguna de estas ayudas.

El olvido de los que olvidan condena a unos pacientes ya ignorados por su edad. Condena a unos familiares que han renunciado a sus vidas para cuidar de aquellos que les cuidaron cuando eran niños. Y condena a una sociedad egoísta que abandona a aquellas personas que lucharon para que hoy gocemos de unos privilegios que a ellos se les están negando. Abraham Pérez Coronado. València.