La historia nos recuerda la heroicidad de algunas personas que ofrecieron su vida por defender la libertad y la dignidad de sus semejantes, por no renegar de su fe y mantenerse fieles a sus creencias. Y quizá esa misma fama y recuerdo histórico son la oculta pretensión de los líderes políticos separatistas catalanes. Desde aquel fatídico día, ese en que autoproclamaron la ficticia república catalana, han sufrido persecución policial y años de cárcel o han tenido que huir al extranjero, separarse de sus seres queridos y guarecerse tal cual criminales con la asfixiante intranquilidad de ser detenidos en cualquier momento. Y mientras estos golpistas aspirantes a héroes siguen padeciendo lo indecible por su deseo incombustible de vivir en una república independiente, la ciudadanía catalana continúa disfrutando de su vida en libertad, la mayoría hace lo que le da la real gana, pues vive en un país democrático donde se suelen respetar los derechos humanos y el sentido común. Paradojas de la vida, esa libertad es recortada hoy en día por los partidos independentistas separatistas que gobiernan en Cataluña. Una libertad que desaparecería del todo, y más aún para aquellas personas de mente abierta, el día en que se proclamara, tras un nuevo golpe, esa supuesta e imposible república de los países catalanes.