En los grandes sindicatos españoles subvencionados y manejados por el Estado, su lucha política y social ya no es por el beneficio de los trabajadores sea cual fuere su condición, sino el mantenimiento de los ámbitos de poder fáctico y con las suculentas y fáciles retribuciones económicas. El trabajador pasó a segundo orden. El sentimiento de solidaridad, fraternidad, ayuda... es la ilusión de los engañados. Ahora solo cuentan los intereses ‘ipso facto’ de ellos y de los jefes dirigentes de los sindicatos.

Así como ocurre con la división de poderes a nivel estatal, aquí también se mezclan los intereses propios de poder y beneficios particulares, sobre los intereses en este caso del proletariado propio de España. Los diferentes acuerdos, según sean las fuerzas políticas que intervienen, reflejan su traición al cuidado de las condiciones laborales y su venta al trapicheo político. De ser un elemento de protesta, a ser un instrumento más de dominio y control, caprichoso, del futuro de los trabajadores. Es que los dineros frescos del Estado, lucen.