“Sólo yo decido qué meter en mi cuerpo. No vacunarme del COVID es mi rebelión contra una norma impuesta. Os están lavando el cerebro”.  Éstas y otras sentencias parecidas habremos escuchado o leído por parte de nuestros conciudadanos más inconformistas, en los tensos tiempos que azotan a nuestra sociedad.

El ser humano se encuentra en un momento clave de su evolución como especie animal (porque al fin y al cabo es lo que somos, que no se nos olvide). Un momento en el que estamos desarrollando más que nunca nuestro pensamiento crítico. Pese a ello, seguimos siendo más simples de lo que nos gustaría, pues nuestra privilegiada mente se identifica con un ideal de pensamiento sociopolítico o incluso religioso, para ponernos en acción e intentar mejorar nuestras condiciones de vida y así garantizar nuestra supervivencia como individuos y, por ende, como especie.

La falta de consciencia hacia dicha identificación mental nos impide tomar distancia con el susodicho ideal y, siendo totalmente ignorantes de ello, éste nos esclaviza.

Ésta es una posible forma de creación de un ego rebelde que, aunque en muchas ocasiones surge por necesidad y con causa, en otras tantas surge como moda y sin causa alguna. O quizás en estas otras sí tenga una causa: criticar absolutamente todo lo que forme parte y provenga del Status Quo, ya que todo ello está incuestionablemente mal.  

Y de ahí nacen más sentencias: “La ciencia es una religión. Los medios de comunicación nos manipulan. Nos utilizan como conejillos de indias”. Como si el resto de ciudadanos del mundo no fuésemos conscientes de estas posibilidades. Como si ignorásemos que en todas partes se cuecen habas y que no todo está bien en el mundo. En resumidas cuentas, como si el hecho de defender todas las causas alternativas y rebeldes contra el Status Quo habidas y por haber te convirtiese en un ser divino y superior al resto de seres vivientes, un ser poseedor de una verdad absoluta de la que los demás carecemos. 

¿No se te ocurre pensar que, quizás tú con este modus operandi, te estás dejando atrapar por otra religión? ¿No has pensado que quizás tú también estás siendo una cobaya? ¿De verdad defiendes tu postura pensando en el bien común? ¿Seguro que no pretendes autoafirmarte a través de un credo que te hace sentir diferente y superior a tus congéneres?

Plantéatelo. Aunque sea una vez.

Nunca serás un buen crítico con el Status Quo, si antes no lo has sido contigo mismo.