Sigo impresionada por la imagen de los presuntos violadores de Burjassot a la salida de la prisión, aplaudidos por un grupo de amigos y familiares. Especialmente el abrazo, no compasivo -eso lo entendería- sino triunfal de un padre a su hijo. Me pregunto qué había tras tan efusivas muestras de apoyo y ánimo. Parece claro: si no quieres polvo, no vayas a la era. Este «saber» popular y ancestral que sale del armario y se reivindica, orgulloso, tras años de contención. ¿Cómo pretender entrar en una jaula de leones y salir indemne? ¿O es que estas adolescentes no tenían claro que la sensatez, al contrario que el Soberano, no es cosa de hombres? ¿Cómo esperar que unos pobres jóvenes vayan contra su naturaleza de depredadores sexuales y no devoren a su presa sin piedad? ¿Que no saben que es la mujer la responsable de su integridad? Esta concepción del hombre y la mujer, afortunadamente, no es la de la gente que me rodea, pero me aterra pensar que cada vez son más quienes la hacen suya y que puede llegar a inspirar legislaciones nuevas. No es difícil imaginar a quién votan... Cristina Díez. valència.