No somos mejores que Nerón. Que contemplaba complacido el incendio de Roma. Así podría construir nuevos palacios y especular con los terrenos. ¿Cuántas miles de hectáreas de piras funerarias son necesarias para despertar nuestra ceguera ecológica? Desde la playa, la piscina, o el aire acondicionado estas tragedias nos quedan lejos. Si acaso, nos sacan un breve gemido: «¡pobre gente!».

Algunos mayores ya no volveremos a contemplar ni disfrutar esos hermosos parajes. Fuego fatuo son las escusas para justificar nuestra absoluta falta de responsabilidad con la naturaleza. La culpa no solo es de otros, de la casualidad, o de lo imprevisible.

Intentemos al menos practicar la empatía con los muertos, heridos, bomberos, vidas truncadas, vecinos damnificados, fauna desaparecida, parajes perdidos... Reeduquemos nuestra actitud y demos ejemplo de solidaridad y cuidados del entorno a los que nos rodean. Si las crisis y los errores no nos hacen mejores, si de ellos no extraemos aprendizajes, únicamente habrán sido experiencias funestas y estériles.

Nuestra actitud insolidaria e irresponsable con la naturaleza se podría resumir con un viejo aforismo: «Entre todos la mataron y ella sola se murió». Víctor Calvo Luna. VALÈNCIA