Así es, tantas aberraciones como se ve continuamente que se dan en las distintas sociedades de nuestros mundos ¡en el nombre de Dios!, de un dios, de cualquier dios, de un dios imaginario cuya inexistencia; o en todo caso de una existencia hecha a voluntad del hombre de cualquier época o situación que así lo ha permitido el momento y la oportunidad por necesidades propias del ser humano de creer y tener a dónde acudir, de dónde acogerse, a dónde recurrir en momentos de crisis, de sufrimiento, de catástrofes, etc.; que ha permitido que "otros" lo utilicen para aprovechar esas situaciones y "modular", "manipular", "lavar" el cerebro o, en lenguaje coloquial "comer el coco", de mentes débiles o simplemente humildes, generosas creyentes y temerosas de "Dios" que, con tan buena como ingenua voluntad, se dejan llevar o sea manipular.

Y ello es entendible hasta cierto nivel, en determinadas épocas y en sociedades concretas. 

Si bien, hoy, en el siglo XXI, en plenas democracias donde la libertad del ser humano debería ser una realidad, una condición total y absolutamente respetada como así lo establecen las leyes civiles, parece ser que las eclesiásticas no lo entienden así. 

Y por más que, sin pretender ser irreverente en absoluto así como manifestando mi más absoluto respeto por cualquier credo o religión pues soy y me considero cristiano (si bien mi Cristo está muy alejado del que me muestra una iglesia que desoye sus mandatos), viva en un ambiente de religiosos, no puedo aceptar cómo la iglesia católica, al más puro estilo secta, en este caso, se permite apoderarse de jóvenes a las que, como dicho y bajo mi opinión, tras manipular, modular, etc., su cerebro, aparta de sus familias prácticamente para siempre y sin apenas dejarlas ver a sus seres queridos, o de hacerlo es de forma muy "controlada", ni en los últimos días de su vida. Siendo esto la clausura si bien tal vez en su más estricto concepto y una cierta realidad contada por quienes han abandonado la misma.

¿Acaso puede entenderse que haya un Dios que permita aberraciones tales? 

¡No, me niego a aceptarlo!