A Concha Márquez Piquer

Inés Guijarro Sanmartín

Querida Conchitín: ni tus abuelos valencianos eran pobres, ni robaban patatas para poder comer. Tus abuelos, como era costumbre en la Valencia de la época, espigolaban patatas. Lo de espigolar, espigadora, seguramente te sonará a zarzuela, si bien el fuerte de la agricultura valenciana no son precisamente los cereales. «El que no pot collir, espigola», quien no puede recolectar la flor del producto porque su oficio no es el de agricultor propietario, no tiene inconveniente en espigolar el remanente que queda olvidado en la huerta al recolectar la cosecha. En algún evento intente acercarme a Conchitín sin poder llegar hasta ella. Mi intención era sacarle del error que tenía, de que espigolar es robar. Una cosa es ‘espigolar’, coger del árbol las naranjas de ‘repom’ o tardanas y, con permiso del dueño; y otra, ‘el pillo’ capaz de plantarle cara al guarda rural. ‘Chiqueta’, tu yayo era «obrer de vila» albañil constructor, oficio de gran salida laboral; tu yaya sabía coser, cosía para la familia y cuando enviudo se convirtió en la modista del barrio