Nuestro pecado

Antonio Giménez López

Hace escasamente dos décadas, ahora tengo 71 años, mi generación, vivía con un grado de satisfacción muy aceptable. Veíamos un horizonte despejado para nuestra descendencia a la cual le inculcamos, muy legítimamente y por derecho, principios y valores básicos y elementales como son el respeto y la consideración por y hacia los demás, la cultura del esfuerzo como pilar para el desarrollo personal, familiar, laboral y profesional, apoyando tanto la elección por una profesión como por estudios universitarios, pues en ambos intuíamos que podían ejercer su desarrollo y proyecto de vida. Pero esos que quieren dominar el mundo en todos, no les pareció bien que la mayoría de los mortales tuviera opción a vivir de esa forma cómoda y agradable en un estado de bienestar y con visión de futuro de prosperidad. Y esos pocos planearon una evolución, tan desmedida como ficticia, que la ignorancia de la gran mayoría se creyó, nos creímos, para, posteriormente, en aquella estafa, llamada crisis, de 2008, financiera y de la burbuja inmobiliaria, de la que 15 años después no hemos salido y que futuras generaciones continuarán pagando nuestro pecado cometido. Nos equivocamos, sí, pues rectifiquemos reaccionando, ya que todavía nos quedan energías en tal sentido, para intentar y procurar que aquel pecado que nuestra comodidad nos hizo cometer podamos minimizarlo contribuyendo a devolver a nuestra descendencia.