Empatía urgente y necesaria
Víctor Calvo Luna
Me estremezco sólo de pensar que Valencia pudiera ser Gaza. Que mis hijos, mi familia y amigos hubieran muerto huyendo de las bombas y los militares, que me encontrase, con otros muchos valencianos, herido y enfermo en el refugio de la calle Serranos, que el mercado de Colón fuera un montón de escombros y hierros retorcidos, que la Lonja fuera apenas un recuerdo de tiempos de comercio y cultura, que «el nostre Micalet» hubiera dejado de ser el faro de nuestra ciudad, que las playas de las Arenas, la Malvarrosa y la Patacona se encontraran abarrotadas de tiendas de campaña, con madres desesperadas y niños famélicos llorando; que el Saler nunca más fuera del pueblo, que nuestro cultura y nuestro mundo estuviese destinado a desaparecer. Y todo por la avaricia criminal de un país imperialista y por la ceguera interesada del resto del mundo «civilizado». Una pena muy honda me aprisiona el pecho, mientras que la desesperación y la rabia contenida me ahoga la garganta. Y tan sólo lo estoy imaginando.
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