No era el elegido ni el sustituto del elegido, con lo que Uche estaba destinado a hundirse en el fango de un proyecto „el de este año„ cuestionado o a protagonizar una de esas hermosas ironías que sirve el mercado de fútbol, en su variante hiperbólica de invierno. Uche llegó a un equipo deprimido que, durante el periodo de fichajes, se encomiaba a un anhelo como Bryan Ruiz, suplente en la segunda inglesa. El futbolista nigeriano llegaba de Catar, por lo tanto con un aura de sospecha alrededor, el de jugador resignado a la decadencia con 32 años.

En los seis partidos que ha jugado desde su llegada al equipo ha marcado tres goles, redondeados por una asistencia, muescas de irrupción sorprendente y explosiva en un Levante que adolecía de gol. Contra el Eibar, más allá del tanto de la victoria, dio cuenta de todos los recursos con los que airear el esquema de Alcaraz: juego de espaldas, audacia para el pase entre líneas, movilidad y potencia. Su tanto llega precedido de un pase entre los defensas a El Zhar con la cabeza, metáfora del chispazo de genio que le faltaba al equipo hasta entonces. En la vertiente deportiva, su incidencia no solo se circunscribe a los datos, sino que también ha liberado al otro delantero del equipo, David Barral, en el momento más próspero del año. El delantero gaditano lleva cinco goles en las jornadas en las que ha compartido el ataque con Uche. Antes de eso había marcado un solo tanto en toda la temporada. Antes era Barral, encorsetado y perdido en batallas con los árbitros, sobre quien recaía todo el peso del ataque. Ahora él complementa a Uche, que absorbe el balón y a los defensas, y ha liberado a su compañero, que dispara a puerta liberado, cuando antes parecía que cada mano a mano fuera un acto fatídico para el delantero.

El acierto con Uche, aunque provenga de cierta carambola, concede un soplo de crédito al proyecto de Manolo Salvador, rectificado casi por completo en enero después de cambiar de entrenador. El Levante quiso a Guerra y Guerra acabó en el Málaga, donde solo ha sumado un gol desde que llegó. También quiso a Oriol Riera y este se marchó a La Coruña, donde ha tardado nueve jornadas en estrenarse como goleador, con un doblete. El asunto ayuda a valorar con otra perspectiva la labor del director deportivo, en la que a veces entre el acierto y el error hay factores inescrutables.

Mientras, Uche se ha convertido definitivamente en el eje de casi todo lo bueno que ocurre en Orriols. Alcaraz no tardó ni un partido en sacarlo al campo cuando se constató su fichaje. Con él el Levante marca y gana; marca sobre todo en los partidos que acaba perdiendo, como el del Rayo Vallecano, lo que habla del cambio de dinámica en el equipo.