El Llevant es de todos los levantinos. Esta certeza la puso en jaque su constitución como SAD, pero el azaroso destino nos lo devolvió: 3/4 partes de las acciones son de una fundación pública, y paulatinamente deberían llegar a todo el levantinismo, con la horizontalidad accionarial y la democratización que ello representaría. Es sencillo: venta de esas acciones a los abonados para que vuelvan a ser socios, y participación del «poble granota» en las estructuras de gestión. Sin embargo los actuales dirigentes han mostrado un entusiasmo escaso antes las propuestas recibidas en esta dirección, ajenos a que la entidad es de todos. El Llevant es de todos, sí. Literalmente. A principios de los 50, con Antonio Román y las peñas al frente, el club salía vivo del peor órdago de su historia. Para ello el presidente diseñó una operación financiera que evitara la desaparición: miles de levantinistas compraron pases a 15 años (con una fe ímproba) y se hizo frente a los 11 millones de euros de la época que costó adquirir Vallejo. Sin esta compra jamás se hubiese podido construir el nuevo estadio y sin el Ciutat como garante de acreedores en los años 80, el club no existiría. La ecuación es sencilla: el Llevant es de todos aquellos levantinistas, hijos y nietos de los fundadores y padres y abuelos nuestros.
Hizo falta que 14 familias adineradas avalaran la operación, entre ellos los Illueca. Román no era un potentado pero su inteligencia y carisma le permitieron unir a todo el levantinismo entorno a un proyecto de futuro del cual es heredero el actual Llevant. Y uno de sus logros fue sumar a los Illueca para la causa. Esta saga de navieros del Grau siempre había echado un cable, fuese para el club de fútbol o para la Festa del poble, la Semana Santa Marinera. Desde los 50 Gastón, Casimiro o Enrique Illueca aparecen en las directivas, tapando agujeros o incluso, el primero, propuesto para presidente. Otro miembro de la saga, Manuel Illueca Llovet, irrumpirá en la directiva entre 1977 y 1986, una década de infarto. Este miércoles falleció y deja un vacío enorme, con la carga simbólica añadida de representar a esa saga. Era también el padre de nuestro compañero Manuel Illueca, profesor de Economía, columnista y autor del magnífico análisis del villarroelismo que se incluye en la Historia del Llevant UD. Padre e hijo acudían juntos a la tribuna de Orriols desde hace cuatro décadas. Ambos sabían que el Llevant UD es de todos; lo sabían mejor que nadie. Y todos nosotros no deberíamos olvidarlo jamás. Descanse en pau.