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Bombeja agustinet!

La ilusión, en picado

Si visitan la Platgeta y sus alrededores (actual colegio Enrique Terrassa) durante la primera semana de Junio podrán comprobar que huele a Xerez y a Vallejo. Si se adentran poco a poco por las calles del Cabanyal verán la esperanza que revive en los ojos de las gentes, tras las elecciones, y disfrutarán de la luz y del cielo que bañan las casas bajas, las que quedan en pie tras 24 años del desgobierno de Rita. Entre ellas, como en los aledaños del Pont de Fusta, resuenan los ecos de las viejas leyendas sobre Domínguez, el galgo de Vallejo, el gran ídolo de Regües. El facebook me recuerda que hace un año colgué una foto de Salva con su hijo Pablo en Chapín, esa Arcadia feliz donde el levantinismo lloró a lágrima viva por la tierra prometida de la 1ª división, cuatro décadas después del suspiro en la élite (63-65). Son efemérides señaladas, días propicios a la nostalgia, instantes de felicidad imperecedera.

Estamos en Primera. Pero el contraste con la resignación actual es enorme. El levantinismo se está «desmilitarizando» a la carrera, tal vez sin vuelta atrás. Forma parte del cambio esencial que se viene perpetrando. Los actuales dirigentes, que llegaron para devolver, dijeron, el club al pueblo tras lo de Villarroel, se han empecinado en convertir al hincha en cliente y, con ello, desapegarlo sentimentalmente del Llevant para poder seguir gobernándolo a antojo, como una franquicia, como un régimen. Este hecho sutil lo tiñe todo con un toque de distancia, de alejamiento. Porque esta forma de proceder soslaya la ilusión de antaño por sentir aquello que tan bien se expresa de tanto en tanto desde la grada: Somos nosotros, Levante somos nosotros.

Inmersos en esta infamia, me llama Pedro Valero. La casualidad ha querido que el Atlètic Llevant se haya cruzado, en su ruta hacia 2ª B, con el Palencia, heredero de aquel otro equipo del mismo nombre. El día que Cruyff debutó en Orriols la escuadra castellana era el sparring invitado, con su camiseta morada y su estadio de la Balastera. Le respondo taxativo que el astro no fue un pesetero, como ya documentamos en la «Historia del Llevant UD». En el levantinismo las milongas circulan y se apelmazan hasta cobrar visos de realidad. Esta del «Cruyff pesetero» es una de tantas patrañas: unos dirigentes irresponsables engañaron al holandés y, con su fanfarronada, dejaron al Llevant en la bancarrota. Johan nos perdonó la vida, al no ejecutar el aval de su contrato incumplido: los terrenos del actual Centro Comercial Arena, con cuya venta (más la deuda que nos legó) Villarroel financió, entre otros, nuestro día más feliz, el ascenso de Xerez, precisamente. Pero los propagandistas del momento señalaron a Cruyff como culpable del desaguisado y así quedó para los restos. Todo presidente que se precie tiene su profesional del maquillaje. Hoy en día más que nunca. No importa la presencia mediática del Llevant; esto es secundario. Lo esencial es que se respete el culto al líder. Como si Orriols fuese una fantasía totalitaria de Orson Welles. Y así, insisto, la ilusión cotiza a la baja.

Refugiarse en la historia es una forma tentadora de escapar de la realidad. También de comprenderla. Las andanzas de Aznar, Baldomero y Cortés en los primeros 80 y el Llevant que tuvo que renacer de sus cenizas es un argumento cíclico: hombres que llegan con la vítola de salvar el club, que lo consiguen y que, tras unos años, se engolan en el poder. Acabó la temporada 2014-15 con la permanencia del Llevant, con una fortuna ímproba y pese a Alcaraz y a Juanfran, entre otros, recompensados con la renovación. Acabó sin rastro de «mea culpa», con una extensa nómina de agravios que se imputan desde la grada, con resignación. Y lo más preocupante, sin ilusión ni atisbo de recuperarla.

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