El rechazo de la Fundación del Levante UD a la venta del club al norteamericano Robert Sarver ha cerrado un proceso, pero ha abierto una herida peligrosa en el seno del colectivo «granota» que se ha extendido a toda velocidad por sus diversos canales. La fractura institucional es evidente: mientras unos consideran que la decisión del Patronato es la correcta, que hay que seguir por el camino de la austeridad, otros se lamentan de la oportunidad perdida. Esta sección está convencida de que el club ha desperdiciado una ocasión única para modernizarse, tomar ventaja sobre otros equipos humildes de la liga española y adaptarse a los nuevos tiempos. Una opinión que choca contra la del presidente del club, Quico Catalán, más cuestionado que nunca desde que aterrizó en el trono. Si la tensión tiene o no recorrido, eso sí, dependerá principalmente de la pelota.

Todas las ilusiones que se habían despertado en parte de los aficionados «granotas» ante la posible compra por parte del banquero estadounidense en las últimas semanas, han quedado anuladas. Para este sector de levantinismo, se habían abierto una expectativas impensables hace unos años, cuando el equipo salía de un profundo agujero económico y reflotaba con el ascenso a Primera División: neutralización de la deuda, más recursos para fichar futbolistas, revalorización del club, remodelación del estadio... Con el triunfo del «no», el Levante UD continuará con su plan de ahorro para finiquitar su deuda, con lo que eso conlleva a nivel de planificación deportiva. Los defensores del «sentiment granota» por encima de todo se aferran a la llegada de más dinero por los ingresos de televisión. No hay más ingresos extraordinarios a la vista.

La división producida tras el fallido proceso de venta se refleja en el gobierno del Levante UD. El Consejo de Administración no votó en consenso, ni mucho menos, en la reunión definitiva de la Fundación del pasado martes. Al presidente, Quico Catalán, la respaldaron su padre Pedro Catalán, Ramón Vilar, Miguel Ángel Ruiz y el presidente de honor, Francisco Fenollosa. En contra de este grupo y a favor del «sí» se manifestaron el vicepresidente, Tomás Pérez; Javier Martínez, Víctor Martínez y Luis Calero. Cinco frente a cuatro. Una fractura abierta, bien visible.

Más allá del Consejo de Administración, la herida fue también sangrante en la Fundación, donde las posturas estuvieron muy divididas (14 contra 13, más dos abstenciones). Queda patente que los sectores más populares del levantinismo se alejan, también, de Quico Catalán. Los representantes del Sindicato de Accionistas Minoritarios (SAM), de las peñas y de los futbolistas veteranos del Levante UD respaldaban la nueva vía. «Si comparas la defensa del 'sentiment' con el proyecto de Sarver, no hay color. El único argumento de los primeros es el 'sentiment', pero la finalidad de un club de fútbol es jugar el máximo número de competiciones y estar lo más arriba posible. Eso tiene una incidencia directa en la masa social y en el marketing», asegura Valentín Serrats, presidente del SAM, colectivo que se replanteará su estrategia de futuro. «Me hubiese gustado que la decisión se hubiera tomado en una Asamblea de Accionistas. La Fundación necesita una remodelación», apostilla el mítico exfutbolista «granota» Vicente Latorre.

El enfado con las instituciones (Generalitat, Ayuntamiento y Diputación), por no haberse presentado y haber apoyado con su abstención la «no venta», molestó a muchos patronos. «En la venta del Valencia comparecieron y votaron», recuerda Serrats. A las críticas del presidente de la Fundación, José Manuel Fuertes, por la ausencia de las instituciones, el consejero y concejal de Hacienda del Ayuntamiento de Valencia contestó: «Está a un paso de ser considerado casi ignorante».