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"Eppur si muove"

La desidia en que se había instalado el levantinismo saltó por los aires un día de junio con una carta sellada en Arizona. Han pasado más cosas en un verano que en seis años. Parece que al final de la película todo sigue igual. Pero, háganme caso, hacía tiempo que no pasaban tantas cosas. La burguesía y la aristocracia granotas se han agitado. El pueblo llano ha comenzado a hacerse preguntas. También se ha removido mala sangre acumulada durante años y se han desatado algunas bajas pasiones. Desde fuera, la foto continúa siendo la de un mar en calma, pero los del Grau y el Cabanyal saben las sorpresas que esconden las corrientes submarinas. El levantinismo se ha desperezado. Eppur si muove, que dijo aquel.

Como era de esperar, el proceso Sarver apenas ha tenido eco fuera de los límites de la ciudad. Ha dado para un par de artículos en la prensa madrileña. Obviamente, ha triunfado la lectura épica, romántica, fruto del análisis epidérmico: el club que renunció a ser rico para seguir siendo libre. Es un relato vibrante. El problema es que nadie se lo cree dentro de la ciudad. Ningún periodista valenciano se ha atrevido a comprarlo. Los movimientos en la planta noble de Orriols han sido demasiado confusos como para darle pábulo al mito del pobre orgulloso. Ojalá una buena temporada sobre el campo „no hay mejor narcótico„ sepulte todas las suspicacias despertadas y ese relato se imponga para los restos. Nos daría para muchas campañas de márketing.

Pero me temo que no será así. Al menos de momento. La temporada arranca con muchos frentes abiertos y, por primera vez, hay una corriente de opinión dispuesta a afearle al presidente y su consejo cualquier mal resultado deportivo. El «somos el Levante, hay que dar gracias por estar donde estamos» quedó sepultado bajo el «NO» al americano. Sarver se ha ido, pero se ha convertido en un fantasma que sobrevuela Orriols. Muchos tienen la güija en el bolsillo y lo invocarán a la primera crisis deportiva.

Los derrotados del proceso Sarver no dan su brazo a torcer y persisten, no se sabe bien atendiendo a qué intereses. El ambiente en el directiva debe de ser poco menos que irrespirable, con algunos de sus miembros tratando con el americano a espaldas del presidente. Desde fuera, el Sindicato de Accionistas Minoritarios (SAM) hace la pinza con los consejeros proventa y, tras unos años de exilio interior, vuelve a la carga reivindicando la democratización de la Fundación, la dueña del equipo. Se agradece. Pero subyace, me temo, un problema de legitimidad. Después de que este colectivo nacido para reclamar un LUD más plural en tiempos de Villarroel se haya convertido este verano en el principal defensor de la venta del club a un solo accionista, me pregunto para qué quieren cambiar el statu quo de la fundación: si para hacerla efectivamente de todos o para ganar una futura votación que vuelva a abordar la venta.

Puesto a hablar de refundar algo, me quedo con el perfil joven, preparado y sin pasado de Gabi Salinas, que se postula como presidente de la Delegación de Peñas en las elecciones que también marcan este arranque de curso, fruto de la dimisión del anterior presidente tras el convulso proceso de venta. Salinas ha hecho él solito de SAM los dos últimos años, preguntando por las cuentas en las Juntas de Accionistas y reclamando con insistencia una gestión más horizontal de la Fundación. Es un soplo de esperanza que un veinteañero de este nivel esté dispuesto a implicarse hasta el tuétano con el levantinismo en esta época de fútbol espectáculo.

Por una vez desde 2009, las noticias que emanan de Orriols están más vinculadas a los despachos que al campo de juego. Esta temporada, sin duda, va a ser una prueba de madurez para el club. Permaneceremos atentos. «Trellat» para todos los actores y que la pelotita nos salve, incluso de nosotros mismos.

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