Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Bombeja agustinet!

«The Orriols Experience» y el Barça

El Barça es «més que un club». Si alguna vez esto fue una singularidad (o incluso una seña de identidad) hoy es una frase vacía que encajaría mejor en cualquier otro equipo ajeno a la aristocracia del fútbol mundial. A la gente le gusta sentirse singular y formar parte de proyectos que lo son, o que se esfuerzan por serlo, construyendo un relato atractivo con el que ganar adeptos. Son malos tiempos para la lírica, o eso dicen, desde que Golpes Bajos lo cantara hace casi dos décadas. Y pese a ello el relato es esencial para todo en la vida y también en el mundo del fútbol, especialmente para los clubs que no orbitan en la élite. El Barça, el Bayern, River Plate, la Juve o el Arsenal tienen estrellas, títulos y, sobretodo, expectativas. No están necesitados de relato con el que enmendar el tedio del 8-0-2 de Alcaraz frente al Sevilla, en la primera parte, por ejemplo. Aquello del «més que un club» parece que lo acuñó un presidente culé en enero del 68, a la sombra del Madrid Ye-yé, tras casi una década sin ganar la Liga y con un escaso relumbrón internacional. El Barça entrenado por Cruyff o Guardiola no tenía necesidad de apelar a la poesía: la recitaba sobre el césped. Y Luis Enrique amenaza con perpetuarla. Ni rastro del poso de resignación que subyace en la divisa barcelonista.

El Llevant es otra cosa. Orriols, desde 1969, es una «experience» en el más puro sentido Jimi Hendrix de la palabra. Como antes lo fueron Vallejo, La Creu o La Platgeta. El gol aquí conmueve, claro, pero lo esencial es lo que hay a su alrededor. El Llevant sí que es «més que un club». Cualquier equipo humilde lo es, de hecho. Los hacen especiales sus seguidores, que optan por la militancia, al margen de expectativas y palmarés. El escritor Pep Martorell nos recuerda que en El Cabanyal «patir» significa, también, morir en la mar. El «patiment» es, además, una seña de identidad del levantinismo, en absoluto irrenunciable, por cierto.

Mi madre nos llamaba fanáticos cuando nos veía volver de Orriols exultantes o abatidos, con esa inocencia de algunas mujeres que ignoran la trascendencia del fútbol. El fanático levantino vive al borde literal del infarto, de «patir». El veterano del «vell Nou Estadi» tiene pánico a volver a merodear los escenarios de la desaparición, ese país de abismos tan conocido. En su fuero interno sabe que el gol, aunque sea en el último suspiro, puede dar la permanencia y que eso lo es todo.

Y así lleva más de un siglo el Llevant, a cuestas del «patiment» de los suyos. La supervivencia es la razón última: seguir en pie para disfrutar de la experiencia de Orriols.

Continuar aquí (vivos, en 1ª) es la única forma de echarse una alegría al cuerpo de vez en cuando. Como vencer al Barça por primera vez en el Camp Nou, donde el Llevant ya empató en el 35, en la ida de los cuartos de la Copa (2-2).

Al aficionado granota, en general, le hace falta poco para hervir de ilusión. La segunda parte ante el Sevilla (cuando se abandonó el 8-0-2, que parece un teléfono de emergencias) disparó el entusiasmo.

Soñar es gratis y, si se vuelve pesadilla, el miércoles llegará el Eibar para pagar los platos rotos.

Compartir el artículo

stats