En el día de San Valentín, el Levante UD se presentó a su cita con la permanencia, en el vetusto Ipurua, sin ninguna pasión. Como si la rutina de los últimos años en Primera, paseándose por los grandes estadios españoles, hubiese apagado las ganas de pelear por ella, por la salvación. Y así, no hay amor, ni remontada que resista. Es lo que le está pasando al equipo de Rubi, cuya derrota ante el Eibar le deja, matemáticamente, a cinco puntos de la zona de permanencia, pero, moralmente, herido de gravedad.

Y eso que los granotes arrancaron el duelo muy serios, arropados atrás, con Toño reconvertido a lateral derecho y Orban en la izquierda, a la espera de que alguno de los chispazos del tridente Morales-Deyverson-Rossi incendiara el partido, bajo una inclemente lluvia. Faltó poco, porque en el minuto 9, Simao Mate bombeó un balón por encima de la defensa armera y Deyverson, más rápido que nadie, se plantó sólo ante Riesgo. El portero vasco dudó en la salida y el brasileño cruzó demasiado su disparo. Se precipitó «el canguro».

Con el juego embarullado, con muchos choques, pelotas divididas y faltas para los dos equipos, sólo Morales fue capaz de mantener en pie el ataque levantinista, casi desaparecido. El Eibar, al que le costó entrar en el encuentro, se adueñó del ritmo del partido a base de fuerza y tesón, salpicadas por la calidad de Peleteiro, siempre peligroso, y la habilidad de Inui. Tras una fase del choque en la que los vascos encerraron al Levante UD en su área gracias al balón parado, las ocasiones locales empezaron a caer con cuentagotas. Los disparos lejanos de Dani García, las llegadas de Adrián y los centros desde las bandas, repelidos por Navarro y Feddal con dificultades, fueron la antesala del gol. Fue en el minuto 38, cuando un balón dirigido a la banda izquierda pilló desprevenida a la defensa granota. También al juez de línea, puesto que Inui, el que recibió el cuero, estaba en fuera de juego. El japonés no se lo pensó y centró al corazón del área, donde emergió Borja Bastón para remachar a la red, y ya van unas cuantas esta temporada (16). El tanto noqueó al Levante UD, incapaz de reaccionar, ni siquiera de poner una tregua en el centro del campo, ayer tintado de azulgrana eibarrés.

De hecho, poco después Ansotegui perdonó el 2-0 en un testarazo desde dentro del área al saque de una falta lateral y Peleteiro marró un remate plácido en el segundo palo después de un centro envenenado.

Sentencia a placer

La imagen del Levante UD, que no el juego, mejoró en la segunda parte. Apareció la agresividad que tanto se echaba de menos, pero sin sentido ni continuidad. Fue un efecto efervescente. Inui desnudó a Orban en la banda izquierda y estrelló el balón al poste ante Mariño. Sólo unos instantes después, Escalante le tiró un caño magistral a Orban y centró para que Adrián rematara a placer. Al final, entre Mariño y Toño acabaron introduciendo el esférico en la red para sentenciar la tarde y quién sabe si la temporada. Deyverson y Ghilas disfrutaron de ocasiones claras para recortar distancias, pero no salió nada. Rubi dio entrada a Verdú y Camarasa, puede que demasiado tarde. Sólo Mariño, con dos paradones, y la madera evitaron el tercero, de Inui o Escalante. Todo un flechazo de desamor que ahora desangra al levantinismo.