La velocidad irreverente de Mauricio Cuero y el oportunismo de Medjani (aunque el árbitro entendió que el primer gol fue de Rossi) encendieron anoche una potente luz al final del túnel. Queda camino por recorrer, pero con el triunfo ante el Espanyol, el levantinismo se aferra ahora al clavo ardiendo de la esperanza, de las cábalas y de la imprevisibilidad del fútbol. El milagro aún es posible.

Más que contra el Espanyol, el Levante UD jugó ayer una final contra él mismo, contra su ansiedad y su desesperación por reconciliarse con la victoria. Quizá por eso saltó al campo descolocado, inofensivo, preocupado en exceso por no fallar. Lo aprovechó el Espanyol, que en el minuto 7 se adelantó en el marcador gracias un pase entre líneas magistral de Víctor Sánchez. El catalán se benefició de una pérdida inocente de Rossi y asistió a Hernán Pérez, quien se coló entre los centrales y se plantó solo ante Mariño para congelar Orriols. El 0-1 hundió a los azulgrana.

No obstante, la fortuna, ese caprichoso elemento del juego que tantas veces ha conspirado esta temporada contra los de Rubi, se vistió entonces de aliada para mantener vivo el encuentro. Una falta lateral, aparentemente con poco peligro, fue pateada por Rossi al corazón del área blanquiazul. En el habitual barullo del área pequeña, el balón rebotó ligeramente en Medjani y dejó con el molde a Pau López. El meta espanyolista erró en su salida y vio como el cuero se introducía limpiamente en su portería.

Con el empate, el Levante UD recuperó por momentos sus bríos y se fue a por el partido. Valiente. En apenas un minuto, Deyverson -aplaudido por el público- dispuso de una ocasión clara. Su disparo, desde dentro del área, lo desvió un defensa espanyolista a córner cuando se daba por hecho el segundo tanto granota. En el saque de esquina, tras varios rechaces, Rossi controló el balón a apenas dos palmos de Pau y la línea de gol, pero el italoamericano se precipitó y no consiguió sacar un remate certero para embocar.

Con el público de cara, sin un reproche a los futbolistas, el Levante UD lo siguió intentando en el primer tiempo con empuje y casta más que por un juego nítido y fluido. Eso creó algunos agujeros en la defensa, donde Caicedo fue la amenaza «perica» más difícil de controlar. Aún así, pasados los minutos de la euforia desencadenada por el gol, y con las tablas en el electrónico, el partido se disputó en tierra de nadie hasta el descanso. El temor a encajar un segundo tanto amilanó a los azulgrana, mientras que el Espanyol de Galca, salvado ya, prefirió aguardar a su oportunidad al contragolpe, con los veloces Asensio y Hernán Pérez como principales armas a utilizar por las bandas. En ese escenario llegó el descanso, entre aplausos de la parroquia local, confiada en la gran remontada.

Cuero voltea el partido

La reanudación, por contra, dejó más de lo mismo. Un Levante UD poco inspirado quería pero no podía mientras los minutos corrían de forma impasible. El juego del equipo, plano, y la falta de reacción desde el banquillo generó algunos silbidos en la grada, donde más de uno era consciente de que la última vía para la permanencia estaba muy cerca de sellarse. De hecho, Hernán Pérez, a la hora de juego, acarició el segundo para los catalanes. Mariño estuvo rápido para tapar huecos.

Rubi, criticado por no jugársela en los cambios, movió ficha y sacó a Cuero por Pedro López. Retrasó la posición de Lerma al lateral y quiso inyectar velocidad al ataque granota. Le salió bien. A la electricidad del colombiano se acogió el Levante UD y fue la chispa que encendió la llama de la afición y recalentó el partido. Una bocanada de oxígeno. Y aunque eso implicó que el duelo se convirtiese en un correcalles donde los de Orriols tenían mucho que ganar, pero también mucho que perder, Orriols lo agradeció. En una falta provocada por Cuero y botada por Verdú, tal como sucedió en la primera mitad, Medjani se adelantó a la zaga rival para desviar lo justo el balón con un toque sutil y anotar el gol, aunque el árbitro le dio el tanto a Rossi. La remontada, al menos en la final de ayer, estaba más cerca.

Galca dio descanso a Caicedo -se fue ovacionado- y quiso templar el encuentro con jugadores de toque. Ante ello, Rubi retiró a Rossi y dio entrada a Simao para controlar el centro del campo. La batalla táctica, esta vez, la ganó el técnico levantinista, que por fin celebró, con rabia contenida, la séptima victoria de su equipo. Faltan tres para aspirar a la permanencia, ahora a dos puntos. El Levante UD sigue vivo, se ha levantado de la lona y, aunque sigue herido, ha demostrado que quiere acabar en pie esta pelea.