La sonrojante derrota en Los Cármenes ante el Granada (5-1) cierra, a expensas de una inesperada carambola milagrosa en las últimas cuatro jornadas, la etapa más gloriosa de la historia del Levante UD. Los seis años consecutivos de los azulgrana en Primera acarician su fin después de una campaña trufada de decisiones erróneas en los despachos y en el césped. Algo más de doce meses de convulsiones sociales, fracturas internas e improvisaciones en la planificación deportiva, han derivado en un decepcionante rendimiento de la plantilla y un progresivo desencanto de la afición granota, más dolida que enfadada.

La fractura social

La oferta de compra del magnate Robert Sarver a principios del verano pasado generó una tormenta sobre Orriols que aún no se ha disipado. El norteamericano planteó una encrucijada en la que muchos se perdieron. O vender y asegurar la estabilidad económica del club con un dueño del que poco se sabía, o no vender y mantener la entidad en manos de la Fundación, ese ente difícilmente definible. Ese dilema y el formato de la votación final del patronato de la Fundación, en el que se rechazó la propuesta del banquero de Arizona, desató una batalla entre los partidarios y detractores de Sarver. El vicepresidente, Tomás Pérez, dimitió desengañado con la actitud de Quico Catalán. El presidente de la Delegación de Peñas, Vicente Cosido, le imitó. El presidente de la Fundación, José Manuel Fuertes, dimitió pero no le dejaron los patronos. Por si fuera poco, el Sindicato de Accionsitas Minoritarios, liderado por Valentín Serrats, despertó de su letargo para plantar oposición a la directiva. Además, algún consejero, como Javier Martínez, mantuvo contactos con Sarver para convencerle de que volviese a intentar entrar en el club por otra puerta, la del accionista minoritario. La figura de Quico Catalán, sólida desde su llegada al palco, quedó en entredicho. Muchos creyeron que su voluntad era vender, para luego comprobar que no era así. Esa herida no ha cicatrizado, aunque Sarver sea ahora el dueño del Mallorca.

La planificación deportiva

Pese a que las dudas sobre la idoneidad de Lucas Alcaraz eran un secreto a voces, el granadino prolongó su contrato un año más al conseguir la permanencia. En el club no convencía ni su método ni su talante, pero en lugar de despedirlo, la dirección deportiva lo renovó. Alcaraz, con su agente «Rafita», impulsó una nueva plantilla para la que recomendó a varios futbolistas mientas se acometía una limpia del vestuario (Sissoko, El Zhar, Vyntra, Diop, Barral…) insuficiente. Por primera vez desde el último ascenso, el Levante UD acudió al mercado de fichajes con dinero para gastar gracias a los ingresos por los derechos audiovisuales y el aplazamiento de la deuda. Invirtió 1,8 millones en un desconocido Deyverson y un millón en Trujillo. Además, excepto Ghilas, el resto de incorporaciones, como las de Verza, Rubén Martínez, Feddal y Lerma, llegaron con contratos de larga duración sin ser jugadores consagrados. Con ellos se construyó un nuevo bloque en base a los planes deportivos de Alcaraz, decidido a jugar con tres centrales y dos laterales ofensivos como Toño e Iván López. Aún así, el técnico se quejó de la falta de fichajes para jugar por las bandas. Esa tensión y los pésimos resultados forzaron la destitución de Alcaraz en la jornada nueve. La apuesta para recoger el testigo de Alcaraz sorprendió a todos. Entre la experiencia de Luis García y el atrevido perfil de Rubi, novato en Primera, Salvador se decantó por el hambre del catalán. Un entrenador ofensivo que se encontró una plantilla pergeñada para jugar a la contra. De ahí que en el mercado invernal, el club decidiese agotar sus recursos económicos con Rossi, Medjani, Orban, Verdú y, sobre todo, Cuero, un suplente de lujo.

La calidad de la plantilla

Después de sus indiscutibles aciertos a coste cero (Martins, Koné, Caicedo, Barkero, Navas…) quedaba por ver de qué sería capaz Salvador con unos cuentos millones en la cartera. Invertidos casi siete millones en fichajes (3,2 en Cuero, 1,8 en Deyverson, 1 en Trujillo y 900.000 euros en Lerma), la plantilla es muy discreta. El equipo, más allá de no defender bien (ha encajado 61 goles) y ser de los menos goleadores de Primera (31 tantos), no transmite. No hay estilo, personalidad, ni seña de identidad. En los partidos de exigencia física, duros, ha cedido. En los últimos minutos de los duelos igualados ha sucumbido, como ante el Betis o el Deportivo. Ghilas y Orban han fracasado. La llegada del argelino fue una moneda al aire que ha salido cruz. El primer negocio con Mendes deja un sabor amargo. En el argentino, cedido por el Valencia, la sensación roza el ridículo.

El banquillo

La apuesta por Rubi fue valiente, pero desacertada. El técnico catalán nunca había entrenado en Primera y nunca había luchado por no descender. Se topó de bruces con una plantilla creada para jugar de otra manera y trató de reconvertirla a su filosofía de juego. Sufrió una sangría de goles encajados y, en el aspecto ofensivo, le costó con dar la tecla. Roger comenzó como titular, le siguió Ghilas hasta que Deyverson y Rossi se asentaron en el once. Tarde. Excepto contra el Espanyol, el Levante UD no ha remontado este año. Los movimientos desde el banquillo en las segundas partes han cambiado pocos duelos. Y el estilo de juego ha ido involucionando hacia un fútbol más rudimentario y ramplón

El liderazgo

La salida nocturna de Feddal, Simao y Deyverson evidenció la falta de compromiso y responsabilidad. También se han dado casos de indisciplina, como el de Trujillo -se negó viajar a Eibar-, que han dañado la autoridad de los responsables del vestuario. Ninguno de los capitanes (Juanfran, Navarro, Pedro López y Casadesús) ha sabido transmitir el mensaje de unidad requerido. Su papel en el campo, secundario, tampoco ha ayudado. La imagen del jueves fue delatora. Simao Mate, expedientado por el club, asumió la capitanía tras el cambio de Navarro. El mozambiqueño, por si fuera poco, se autoexpulsó antes del final del partido para manchar, una vez más, el brazalete. En conclusión, no hay referentes. Y eso se ha notado en los canteranos. Jóvenes con una gran proyección se han estancado y han bajado el pistón. La aportación de Iván López, Camarasa, Rubén o Roger, por ejemplo, ha estado muy por debajo de lo esperado.

El desencanto de la afición

El estadio «granota» ha sido este año uno de los más fríos de la Liga y, pese a que se ha vuelto a superar la cifra de los 16.000 abonados, la realidad es que al campo rara vez han acudido más de 13.000 espectadores, con los niños gratis. De esta manera, el ambiente de otras temporadas, como la del ascenso o el año europeo con Juan Ignacio Martínez, es un pasado lejano en la memoria colectiva del levantinismo. La guinda amarga son los desplazamientos a Eibar, Villarreal o Granada, en los que cientos de seguidores azulgrana se lanzaron a la carretera para acabar abroncando a los suyos.