Un Levante UD arrollador derrotó ayer por 4-2 al Real Zaragoza, y dio su primer golpe encima de la mesa confirmando que es un serio candidato al ascenso de categoría, después de realizar un partido brillante con fútbol de muy alta escuela. Ya son diez de los doce puntos en litigio acumulados. Es el líder indiscutible.

La primera parte fue un recital azulgrana. Todo un espectáculo. Pura exhibición. Hacía tiempo que la afición no premiaba a los suyos con aplausos y puesta en pie al filo del descanso. El Ciutat de València vio ayer un fútbol que no se veía años ha. Y lo hizo ante otro de los candidatos al ascenso, el Zaragoza. Un rival de empaque.

Y es que el Levante UD es un equipo de los que impone jerarquía. El conjunto de Muñiz disfruta con la posesión del balón, le gusta llevar la iniciativa y tiene clara vocación ofensiva. Cuando pierde la pelota, presiona para volver a poner en marcha la maquinaria. Muñiz tiene futbolistas de mucho nivel. La defensa transmite seguridad y solvencia. El centro del campo „Natxo Insa, Campaña y Espinosa„, es pura profesionalidad. Saber estar. Y saber hacer. La tocan de maravilla. Y las bandas, Morales y Jason, son el desequilibrio. Roger, arriba, no para de correr, luchar y pelear.

Pero para el Levante UD, lo de las bandas es clave. Ayer, en un par de minutos, en un par de rupturas a su marcador, Morales desbordó por su banda y Jason encarriló el partido. Ni siquiera el golazo de falta directa de Manu Lanzarote cambió el guión del encuentro y los planes de Muñiz. El empate del Zaragoza fue en una acción aislada. Porque el Levante UD es un equipo convincente. Que juega muy buen fútbol y que cree en un plan que ejecuta a la perfección.

El equipo granota no se resintió del mazazo en absoluto. Más bien todo lo contrario. Le metió una marcha más al encuentro. Y a una quinta velocidad, se volvió a desequilibrar por la banda para que Roger marcara de cabeza el 2-1, y en la misma tónica de control absoluto y dominio del encuentro, Campaña anotara, también de cabeza, el 3-1. Al descanso se llegó con caras globales de felicidad.

Y esa alegría invitó a hacer la ola tras el descanso. Después de que Roger avisara de lo que iba a llegar y Morales se fabricara un penalti, que Roger convertiría en el 4-1 poniendo punto final a la maldición desde los once metros de la Copa del Rey en Cádiz. La fiesta azulgrana estaba servida.

Aunque Manu Lanzarote, de nuevo de falta directa, volviera a batir a Remiro, el partido no peligraba en absoluto. Quedaba tiempo para que el Zaragoza se animara, pero el conjunto de Luis Milla pinchaba en hueso. Y aunque los instantes finales se hicieron un tanto largos, el buen sabor de boca quedó en el aficionado. Después de noventa minutos de superioridad absoluta, la única preocupación de Muñiz son las faltas directas. El resto, funciona.