«Estic nerviós». A Paco Fenollosa, presidente de honor del Levante UD, le contemplan 85 años de levantinismo. Lo ha visto prácticamente todo en azulgrana; desde el partido a vida o muerte en Tarragona para no descender a la Regional Preferente hasta la fría vuelta de los octavos de final de la Liga Europa en Moscú. Pero un ascenso siempre es un ascenso. «Estic nerviós, xiquet», se confesaba ayer en la tribuna del Ciutat de València mientras supervisaba el último entrenamiento del equipo a las órdenes de Muñiz.

Con 107 años en su escudo, el Levante UD se asoma esta tarde a su quinto ascenso a Primera División. Para lograrlo sólo necesita una victoria ante el Oviedo. En caso de fallar, tendrá más oportunidades en las próximas semanas. Por eso, probablemente sea el ascenso menos taquicárdico que recuerda el levantinismo. Porque el ascenso será. Hoy, la jornada que viene o la siguiente, pero será. Y cuando llegue pasará a engrosar el álbum de fotos de la inmortal memoria granota.

En su primera página luce el ascenso de 1963 en un Vallejo repleto. La escuadra azulgrana derrotaba al Deportivo de la Coruña en la promoción, desataba la locura en la ciudad y firmaba la mayor gesta de la entidad entonces: subir a Primera. Tras el descenso dos años después y con el paso del tiempo aquella tarde se convirtió en una leyenda que persiguió al club durante décadas. Muchos levantinistas se fueron sin ver a su equipo entre los grandes.

Sin embargo, en 2004, con Pedro Villarroel en la presidencia y Manolo Preciado en el banquillo, una plantilla irrepetible (en la que estuvo Tito) cambió el sino del Levante UD. El estadio de Chapín, en Xerez, fue testigo del ascenso más esperado. Los goles de Rivera y Reggi provocaron el emocionado llanto de miles de aficionados granotes, generaciones huérfanas de alegrías.

En 2006, con Mané, en aquel tren a Lleida viajó la ilusión que invadió el Camp d´Eports después de un solitario pero eterno gol de Riga. Un ascenso sufrido hasta la última jornada con Ian Harte lanzando los penaltis más complicados de su vida.

Intenso, vibrante y emotivo fue el ascenso de 2010. Una titánica remontada en la segunda vuelta del campeonato con una plantilla presupuestada para no descender puso en pie a Orriols aquella tarde. Quico Catalán reflotando la nave, Manolo Salvador diseñando una plantilla con corazón, Luis García formando una piña de futbolistas honrados que fueron la familia que honró a la resistencia en las gradas. Los goles de Juanlu, Javi Guerra y Xisco Muñoz ante el Castellón mientras los transistores cantaban la carambola perfecta hicieron explotar el Ciutat.

Hoy, siete años más tarde, el Levante UD necesita ganar para repetir la historia. «Estic nerviós».