Más que alegría, lo que contenía el levantinismo era rabia. La rabia que dejó el descenso en Málaga. Ayer se cerró el círculo y la energía cambio de polo. Del negativo al positivo. El Ciutat estalló con el gol de Postigo y tembló con el pitido final de Cordero Vega. La fiesta, que había empezado por la mañana para centenares de granotas, adquirió el tamaño que merece una gesta como la temporada que ha firmado el Levante UD.

Nada más finalizar el partido, la afición invadió el terreno de juego al grito de «Som, som, som, de Primera Divisió!» y «Es sent, es nota, València és granota!». La estampa fue un calco de la celebración del ascenso de 2010 y la clasificación para la Liga Europa en 2012. Familias, niños, amigos, parejas con la camiseta azulgrana ocuparon el césped para presenciar el homenaje al equipo.

Los futbolistas, con muchos problemas para alcanzar los vestuarios, regresaron al terreno de juego pocos minutos después para recibir el cariñoso aplauso de los seguidores. Estaba previsto que desfilaran uno por uno entre fuegos de artificio y centenares de móviles fotografiando un momento que ya es eterno. Comenzó todo con los utilleros, los asistentes y Raimon, el jefe de mantenimiento. A continuación, el turno era para Raúl Fernández, pero este equipo es precoz para todo, así que en lugar de respetar el turno del meta, todos los jugadores salieron al césped en un abrazo colectivo. No podían esperar más.

Se dio rienda suelta a los cánticos, en los que hubo recuerdos para el rival de la ciudad, con el que de nuevo se verá las caras el Levante UD en Primera División el curso que viene. Vuelve el derbi.

Tras un impás, Pau Ballester, el speaker, presentó al «doctor», Juan Ramón López Muñiz, ovacionado como si hubiese marcado el gol del ascenso. El técnico se ha ganado el cariño de la parroquia granota.

Desde el palco, Quico Catalán observaba la escena con una sonrisa de tranquilidad y satisfacción. Esta vez no bajó al campo, como sí pasó en 2010, cuando Juanfran lo condujo al césped.

El himno del Levante UD y un castillo de fuegos artificiales, entre las banderas azulgrana ondeando al viento, cerró el primer acto de los festejos en el Ciutat de València. Pedro López cogió el micro y se dirigió a la afición. «Antes que nada, quiero dar las gracias a la afición porque hemos sentido vuestro aliento siempre. Os debíamos una, la del año pasado. Y damos las gracias a esas personas que no salen en la foto, médicos, fisios, utilleros... Ellos también son de Primera».

El champán corrió en el vestuario, mientras los futbolistas se cambiaban para llegar a la fuente. Quico Catalán acabó en la ducha, como uno más de la plantilla azulgrana, eufórica.

Uno de los primeros en salir fue Morales. «Estoy emocionado, contento, pero triste por la gente que no está conmigo para celebrarlo. Una sensación agridulce», explicaba en relación a la pérdida de su tío. De hecho, Morales vestía una camiseta especial con la foto de su tío. «Aposté en julio por el Levante UD, sabía que iba a ser un año muy bonito», añadía.

A su espalda Postigo repartía abrazos y saludos. Era el héroe de la jornada. «Desde la primera jornada este equipo se merecía ascender. Lo hemos conseguido ante nuestra gente. Es un gol importante pero estoy contento por el objetivo. La estrategia ha salido perfecta, el balón ha venido genial y esto es todo alegría, la celebración ha sido muy bonita en el banquillo con todo el equipo», apuntaba en las entrañas del estadio. «No he sentido esta felicidad nunca, conseguir un ascenso no se logra todos los días», concluyó.

Muñiz, por fin, esbozó una sonrisa relajada. «Había un proyecto importante y entre todos los estamentos había mucha responsabilidad. Estábamos en el tramo final para conseguirlo, pero es muy difícil y ahora te acuerdas de tu familia, la que está contigo y lo paga cuando llegas de mal humor y la que lo disfruta cuando estás de buen humor. Mi deseo era celebrarlo con la afición y darles un beso para decirles que los quiero, que el año ha sido duro, pero hay que disfrutarlo. Hay que valorar el trabajo de los jugadores, he visto un buen partido con ganas, sacrificio, ocasiones... He visto gente mayor llorando y eso no se te olvida nunca. Queríamos que todo el mundo lo disfrutara», señaló.

«Tengo una palabra muy mía que es 'a destajo', ellos me la cantaban ahora, pero es que es así, si no eres capaz de competir todos los partidos no lo consigues. Y es muy difícil. La temporada ha sido espectacular, con esa palabra se define todo», remachó el asturiano, feliz. Además, con el ascenso renovó su contrato. «Encantadísimo de estar aquí, si el club quiere seguiré sin problema. La familia aquí es feliz», apuntó sobre su futuro. Pero lo mejor aún estaba por llegar».

Emoción desbordada en la fuente

Una de los santuarios del levantinismo es la Fuente de las Cuatro Estaciones. Allí se reunió el levantinismo para cerrar una tarde para el recuerdo. «Tots a la font!», se exclamaba desde la megafonía. Los jugadores llegaron sobre las 21.30 horas en el autobús del ascenso, y el micro empezó a desfilar entre los presentes. El último en tomar la palabra fue Quico Catalán, el presidente. «Muchas gracias, porque 'se siente, se nota, València es granota», gritó. «Sólo os pido un favor, el año que viene estamos en Primera porque os lo merecéis todos, luciremos nuestros colores en los grandes estadios. Aquella noche en Málaga el club se sintió respaldado por todos y habéis venido a apoyar a estos fenómenos. Gracias. Esta noche no se acaba, València ha de sentir que es granota», aseveró emocionado.

Los capitanes pusieron punto final a la fiesta escalando por la Fuente de las Cuatro Estaciones hasta salpicar a la gente con el agua e instalar allí las insignias levantinistas. Un castillo de fuegos artificiales alumbró València en la noche más emotiva del levantinismo. La del quinto ascenso a Primera. Entre muchos de los aficionados corrió una frase: «Que sea el último».