València amaneció ayer, de forma insólita, pese al septiembre, como si fuera Mareo, donde se hicieron hombres de fútbol Marcelino y Muñiz, los entrenadores asturianos del derbi del Cap i Casal. Los que estaban a las ocho en pie saben que hacía frío y viento, que un cielo plomizo amenazaba lluvia y el mar, temporal. Poco podían imaginar que el día avanzaría y se engalanaría para que a la una en punto la bienvenida a los futbolistas, cuando saltaron al césped, luciera en todo su esplendor, con la combinación de senyeres y barras blaugrana al viento, con el sol barnizando el retorno del derbi. Y con el llenazo más espectacular de la ya sólida historia del partido durante el siglo XXI. No faltó tampoco el aliento de Orriols a los suyos, consciente de la necesidad granota por equilibrar las décimas de inferioridad, pese a lo competido del duelo y las escasísimas ocasiones de gol.

El guión fue el de un combate a los puntos en el que ambos púgiles recuperan sus mejores golpes justo cuando parecía que estaban a punto del KO. Por orgullo, por pura supervivencia. Así les sucedió a ambos, que muestran el sello inequívoco que les imprimen los de Mareo. Hubo veinte primeros minutos de tanteo en los cuales el Llevant cedió la iniciativa -algo que no había sucedido ante el Villarreal, por ejemplo-. Entonces los «granotes» se desperezaron y tuvieron algunas llegadas maliciosas al área, pero en tres zarpazos el Valencia pudo matar el encuentro. Perdonó y Bardhi empató, cuando parecía que el Levante besaba la lona. E incluso tuvo un par de ocasiones -la de Jason clamorosa- para irse al descanso por delante. Los de Mestalla, entonces, agradecieron el pitido final.

En el vestuario Marcelino debió insuflar una dosis de ambición a sus chicos, que dieron un paso adelante. Sin Lerma, lesionado, mostraron músculo y recursos tácticos para empujar al Levante hacia el área de Raúl, un rodillo un tanto estéril que tuvo escaso rendimiento: apenas una vaselina forzada de Rodrigo y un disparo de Soler. Campaña, el mejor del partido, por su parte, oxigenaba a la escuadra levantina con precisos cambios de juego y ofreciendo combinaciones inteligentes que frenaran el ansia del Valencia.

Penalti dudoso y otro que no fue

En algunas de esas contras, el Llevant condujo balones peligrosos al área, reclamó un penalti dudoso (y otro que no fue) y buscó faltas en la frontal, que el trencilla no pitó, para el guante de Bardhi. El respeto mutuo era ya excesivo como para que sucediese nada más.

El millar de «merengots» presentes desfilaron contentos al final del choque, al truncar la racha de cuatro derrotas consecutivas en el Ciutat de València. La hinchada granota, invicta en su estadio en el derbi desde 2011, también marchó satisfecha. Además de la intensidad de cualquier derbi, el Valencia le dobla el presupuesto, está diseñado para plaza europea y es uno de los cocos que desfilarán por Orriols este año. El Levante sigue invicto tras haber jugado contra Villarreal, Valencia y en el Bernabéu, algo que hubiese firmado el más osado. Y, además, sigue por delante en la tabla.