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Salvados

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A pesar de los gigantescos avances tecnológicos y científicos de nuestra era, aún quedan muchas incógnitas por despejar en la determinación de los confines que tiene el cerebro humano.

Igual que las computadoras, parece que hay personas fuera de lo común, con una capacidad de almacenamiento programada, y con un disco duro capaz de absorber y procesar imágenes, datos, e ideas, de forma infalible.

Quienes focalizan su atención sobre balón, parece no tener límite en su memoria. En nuestro entorno, todos hemos conocido a alguien así; un familiar, conocido o amigo que es capaz de recitar a la perfección las plantillas de todas las grandes ligas, que al instante sabe concretar la cifra del último gran traspaso de la liga austríaca, y que controla -cual operativo de un fondo de inversión- todos los movimientos de mercado, incluso los intermediarios implicados en la misma.

Estos adictos a la parabólica poco tienen que ver con la mayoría de simples aficionados, puesto que el hincha de a pie vive el presente, y conserva únicamente aquellos instantes que sentimentalmente le han dejado huella, porque al fin y al cabo, el tiempo es el mejor filtro de aquello que de verdad nos importa.

Algunas de esas instantáneas para el recuerdo colectivo se presenciaron el viernes en el Ciutat en el choque frente al Sevilla. Tras un asedio constante de fútbol y aproximaciones al área, la escuadra de Orriols remató la faena con el gol definitivo de un inconmensurable Morales. No fue un tanto más, con él la permanencia era más que virtual, y el comandante, consciente de ello, se aproximó a la zona de los incansables Levante Fans para cuadrarse militarmente, lanzando así un mensaje inequívoco a todo el levantinismo: misión cumplida.

Sin afirmarlo explícitamente, los gestos de un eufórico Paco López también hablaban por sí solos. No es para menos. El técnico ha obrado un milagro -impensable para muchos- gracias a la transformación radical del equipo, obteniendo unos números propios de un conjunto con aspiraciones europeas, y haciendo recobrar la sonrisa a una entidad que, hace no tantas semanas, contemplaba en estado catatónico como sus aspiraciones de continuidad en la máxima categoría parecían convertirse en un deseo sin base alguna en la realidad.

Sin embargo, cuando todo parecía imposible, apareció lo mejor del Levante; ese espíritu innato que hace que los granotas nos rebelemos y plantemos cara a la adversidad.

Ahora, una vez logrado el objetivo, es momento de analizar con serenidad y calma la enorme cadena de errores acumulados durante la presente temporada, especialmente en la parcela deportiva. Los buenos resultados del tramo final posiblemente sirvan para limar algunas asperezas, y dar más continuidad a un proyecto que a lo largo de este curso, ha dado síntomas evidentes de agotamiento.

Si estas preguntas abiertas obtienen fácil respuesta por parte del club, volveremos a ser víctimas de los mismos traspiés que este año. Esperemos que la euforia sea un factor de estabilidad y de tranquilidad para afrontar el futuro, y no una mecanismo para encubrir aquello que necesita ser cambiado.

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