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Bardhi, líder del Llevant balcánico

Bardhi, líder del Llevant balcánico

En los primeros 90 participé en un campamento de paz en la Vojvodina serbia y estuve en la zona en conflicto de Osijek-Baranya y el oeste de Eslavonia (Vukóvar), hoy croata y en aquel momento parte de la República Serbia de Krajina. Hasta 1994 no se publicaría Territorio comanche de Pérez-Reverte. En todo caso tuve la suerte de no verme en ningún fuego cruzado, aunque sí percibí el inequívoco olor de la guerra cerca del Danubio: pueblos quemados, edificios tiroteados, ciudadanos con subfusiles por calles y plazas, cascos azules liderados por el coronel Kurtz de turno y testimonios desgarradores sobre limpieza étnica, de víctimas y verdugos, con la historia como pretexto.

También escuché a muchos serbios, bosnios, húngaros y croatas abominar de la guerra y hablar con nostalgia de un pasado de convivencia. Pese a todo la vida se abría paso en el verano del 92, en Subótica, ciudad serbia en que todos tenían a otros balcánicos en sus familias y habían perdido a seres queridos. Lo que no perdían era la sonrisa ni la esperanza. Ese alegato de la vida -y crítica al fanatismo- es el que nos regaló el macedonio Milcho Manchevski en 1994 con su película Before the rain, un año antes de que, en la misma Skopie natal del genial director, viniese al mundo Enis Bardhi.

La campaña pasada, con López al mando, Bardhi desplegó su fútbol de alta graduación y engrasó su guante en el pie. Antes ya se había ganado el cariño del levantinismo y convertido en un puntal del vestuario, donde contribuye, con su don de lenguas, a la integración de sus compañeros, especialmente los de la antigua Yugoslavia: ayer el serbio Lukic, hoy el bosnio Prcic y el montenegrino Vukcevic. Incluso del argentino de origen balcánico Saveljich o del albanés Sadiku. A pesar de su convulsa historia y sus guerras, los Balcanes siempre dieron al fútbol grandes profesionales, esforzados, con espíritu colectivo y carácter ganador.

En la 81-82 el Llevant pudo haber tenido una sólida identidad balcánica. En plena crisis post- Cruyff y con Cortés aferrado al poder, un grupo inversor trajo al prestigioso técnico serbio Toza Veselinovic y a tres futbolistas: su hijo, Miroslac y Miladin. Ya estaba, además, en el club el portero Bebic. La cosa no cuajó, los inversores huyeron y también Toza, espantado por el «desorden y nula formalidad» reinante en Orriols.

La inflación en que la Premier nos ha instalado -y su partidazo ante el Barça, que dio la vuelta al mundo- hace peligrar la continuidad de Bardhi, cuya cláusula de 25 millones parecía hacerlo intocable hace unos meses. Esta burbuja, hinchada de petrodólares y rublos, estallará antes o después, pero nadie en Orriols quiere que, de momento, se lleve lejos a la última joya granota. Se está trabajando para mejorar el contrato en que club y jugador pactarán, básicamente, los términos de una potencial salida, si llega una gran oferta que mejora sus emolumentos y permite hacer caja. Acaba de suceder con Lerma y pasará con Bardhi, si nos sigue deslumbrando, que esperemos que sí.

Mientras tanto sigamos soñando con el Llevant de los balcánicos? y de los africanos - Boateng y Dwamena (Ghana), Moses (Nigeria) y Doukouré (Costa de Marfil)-. ¿Qué si hay licencia para soñar? Pues claro. Al final y al cabo, ¿quiénes disputaron la final del Mundial 2018? Sí: balcánicos y africanos.

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