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Stop Tebas

A la hora de contar historias, uno de los recursos empleados con mayor frecuencia por los juntaletras es la contraposición entre el bien y el mal. Una pragmática hipersimplificación de la realidad, manida a la par que eficaz, que permite al narrador condensar y transmitir con eficacia situaciones complejas, abiertas y cambiantes.

Esta visión bicolor del mundo magnifica nuestras propias contradicciones, ya que nos pone frente al espejo, y nos obliga a medirnos ante los cánones de la verdad preestablecida. Y entonces, sólo entonces, entendemos que la idealización de los contextos quizás sirve para describirlos, pero no para analizarlos.

En el ámbito futbolístico, Javier Tebas ha asumido con gusto el papel de señor de las tinieblas. Un villano que abraza las artes oscuras del capital para secuestrar la voluntad de clubes, jugadores y aficionados.

La voraz competencia entre ligas por obtener -y retener- a los mejores peloteros, ha obligado a los dirigentes a pactar con el diablo, y someter su criterio al de las empresas propietarias de los derechos de emisión de los partidos.

Los amantes del balón dicen aborrecer el nuevo estado de las cosas, muchos llegan a afirmar que odian el «fútbol moderno», pero en paralelo, la presión de las hinchadas sobre el directivo de turno es máxima, para retener a la estrella del momento, o cristalizar el ansiado fichaje del verano.

Aunque muchos quieran ponerle cuernos y rabo al presidente de la Liga, la contradicción que muchos seguidores se niegan a asumir es que para mantener la competitividad de los equipos españoles, su figura es un mal necesario. El problema no es Tebas, sino sus ideas y el modelo de negocio que propugna, y en esto, no nos equivoquemos, el consenso en la patronal es absoluto.

No obstante, hay límites. La última frontera que se ha traspasado es la deslocalización del fútbol español, eliminando el sacrosanto rol de los estadios como hogares de sus clubes, exportando su función a tierras estadounidenses.

Si el levantinismo quiere evitar que tal disparate termine por afectar a su equipo, tiene armas a su disposición.

Quizás sea el momento de que la Fundación ejerza su control, como propietaria de la mayoría accionarial de la entidad granota, y proponga una modificación estatutaria que blinde la ciudad de València como sede de los partidos del Levante como local, y de este modo, lanzar un mensaje implacable de resistencia y defensa de sus socios y accionistas.

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