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La revolución delos humildes

El Llevant-Villarreal que presagió la edad dorada para ambos tuvo una víctima: Palermo; y una bronca: la del «corral de vaques» de Fenollosa. El aguerrido ariete argentino jamás imaginó que celebrar aquel 0-1 le saldría tan caro: el murete le cayó encima y le partió la pierna izquierda. Seis meses de baja y el mundial de Corea y Japón al garete. Palermo se estrenó como mundialista ocho años después, en Sudáfrica, con gol ante Grecia. Tenía 36 tacos.

El día de autos estaba en disputa el pase a cuartos, en un ambiente gélido. El Llevant porfiaba en liga por una permanencia en Segunda que sólo consiguió gracias al descenso administrativo del Burgos. Aún a partido único el Villarreal era favorito, pero un zapatazo de Lima al final de la prórroga puso las tablas. Nadar para morir en la orilla de los penalties. Nada que ver con los derbies en Tercera. El Villarreal llevaba tres campañas en Primera e iniciaba la revolución de los humildes que hoy se impone (Getafe, Alavés, Eibar, Girona, Leganés, Huesca, Llevant...), mientras otros valencianos como Castellón, Elche o Hércules miran de soslayo.

Llevant y Villarreal se encontraron en la élite, en Orriols, en enero de 2005, con un contundente 2-4. La parroquia grogueta desplazada coreó «Levante, Levante», mientras los locales salían cabizbajos por los vomitorios; un gesto inolvidable de aquella banda liderada por Riquelme. El destino quiso que en la última jornada, en el Madrigal, el Llevant saliera sentenciado camino de Segunda. En doce meses se pasó del éxtasis de Xerez al drama. El clásico jersey blaugrana había durado un suspiro en los campos de Primera. La hinchada del submarino volvió a ofrecer el hombro.

El mismo escenario de aquella tragedia fue el de uno de los episodios más brillantes para los blaugrana: el 0-3 de 2011 les puso líderes por primera vez en la historia. Acabarían sextos, clasificados para la Europa League; el Villarreal descendió: un año para purgar errores y regresar con más fuerza. Villarreal y Llevant comparten la simpatía de saber que, con una gestión brillante y una ambición sin límites, han truncado, en paralelo, una adversa dinámica y han escrito una bella historia de superación: dos equipos históricos de pueblo (Villarreal y el Cabanyal) se hacen un hueco entre los más grandes, mientras se consolidan conquistando, respectivamente, la provincia de Castellón y el cap i casal.

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