Si la fe mueve montañas, el Levante desplazó ayer una cordillera. Este equipo no se da nunca por vencido y cuando más sombrío estaba el panorama, Borja Mayoral surgió en la locura de un partido de ida y vuelta para rescatar un punto que, aunque puede sonar a tópico, sabe a mucho porque los hombres de Paco López supieron neutralizar dos goles de desventaja después de haberlas pasado canutas en un segundo tiempo que se le atragantó. Porque el Eibar, tras el descanso, decidió pisar a fondo el acelerador, embotelló a los azulgrana y en 15 minutos le dio la vuelta al partido como si de un calcetín se tratara. Pues en esas circunstancias, el Levante tuvo capacidad de reacción y fortaleza anímica para salir indemne de un campo tan complicado como Ipurua del que el Real Madrid salió con tres goles en el autobús.

Efectivamente, fue un choque de alternativas, un toma y daca espectacular con un intercambio de golpes que para el espectador neutral, y si me apuran para el forofo de ambos equipos, fue una delicia. El Eibar fue el primero en tumbar sobre la lona a su rival: derechazo al mentón de Sergi Enrich y el Levante al suelo. Solo habían pasado 7 minutos. El Levante no quedó groggy y se levantó rápido con ganas de noquear a los eibarreses, tanto que dos minutos más tarde Morales, una pesadilla para la defensa armera en los primeros 45 minutos, aprovechó una buena asistencia de Bardhi para volver a nivelar el partido.

El Eibar, con su juego directo, decidió que bombardear el área del Levante era la mejor arma, sabedor de que los de Paco López sufren con los centros y el juego aéreo. Sergi Enrich dio dos avisos que afortunadamente se quedaron en advertencias. Mientras, el Levante no se quedó parado. En el minuto 22, Morales puso a prueba a Riesgo y, a la siguiente acción, Róber Pier cazó un preciso centro de Jason para adelantar a su equipo.

Eibar y Levante seguían a lo suyo y así a una ocasión de Roger los armeros contestaron con otra de Ramis.

Veinte minutos de horror

Tras el paso por los vestuarios, el Eibar redobló su asedio y embotelló a un Levante que con el paso de los minutos se iba empequeñeciendo. Sergi Enrich volvió a perdonar, Cucurella y otra vez el mallorquín marraron una doble oportunidad y el minuto 56 Escalante ya no falló y empató el encuentro de un perfecto testarazo. El cielo se iba poniendo cada vez más negro y descargó dos veces más. Charles transformó un penalti cometido por Campaña y ya en plena tormenta el brasileño lograba el cuarto. El Levante había sido incapaz de enfriar el partido.

Pero siguiendo con términos boxísticos, el Levante, aunque aturdido, se levantó antes de que el árbitro contara hasta diez. Paco López desde el rincón suturó las heridas como pudo y decidió que la solución era retirar a Cabaco para tirar del oficio y el empuje de Coke y echar mano de la movilidad de Borja Mayoral en vez de un estático Roger. Eso sucedió en el minuto 68 y fue en el 75 cuando Toño contó con la inesperada colaboración de un contrario para que su disparo se colara en el marco de Riesgo y marcar el gol 500 en Primera. Era el 4-3 y quedaba un cuarto de hora, tiempo suficiente para, al menos, buscar el empate.

Nunca den por muerto al Levante

Nunca den por muerto al Levante de Paco López porque como un zombie se levantó ensangrentado y con el cuchillo en mano se lanzó a por el Eibar. A pesar de las pérdidas de tiempo y cuatro sustituciones, el colegiado Alberola Rojas solo prolongó el partido tres minutos. Aún le sobraron dos al Levante para sembrar el pánico en Ipurua: en el 91 un centro de Rochina, que tiene un guante de seda, se inventó un centro que fue rematado por Mayoral sobre la misma línea de gol. El Eibar acabó en la enfermería.