Ante la venerable presencia de David Villa en el palco, el Levante se estrelló con un Barça protegido atrás y muy efectivo en ataque, propulsado por un Messi fulminante. El conjunto de Paco López fue académico en su juego, pero sin la malicia del pasado ejercicio. Tampoco lo tuvo fácil con esa defensa de tres estrenada por Valverde, una roca ayer en el Ciutat. El partido estuvo resuelto demasiado pronto. No hubo fiesta en Orriols. A cada intento de los jugones del Levante de disfrutar del cuero, respondió Messi con una contundencia demoledora. En el lado negativo, el cuadro de Paco López ya es el tercero más castigado de la Liga, con 30 goles en contra, tan solo superado por los dos últimos clasificados, el Rayo Vallecano (31) y el Huesca (32).

Valverde mostró máximo respeto al Levante desde la alineación, cambiando de esquema, con tres centrales, para evitar la goleada del pasado curso. El Levante fue fiel a sí mismo al ir a presionar a los pies de la misma zaga blaugrana, con una brillantez en la creación estampada en el larguero de Ter Steguen tras un zurdazo de Boateng. En su loable intento de sacar siempre el balón jugado, Bardhi lo perdió en el pico derecho del área grande. Nada grave si no hubiese caído a la zurda de Messi. El pequeño genio se llevó a tres hombres granota antes de enviar muy rápido al centro, por donde llegaba Luis Suárez, que empalmó a la escuadra.

El Levante no se vino abajo sino que siguió creyendo en su idea de discutirle la pelota al Barça. De tú a tú. Pero esta vez fue Rochina quien perdió el balón en la medular. Busquets, un águila, envió muy ágil el pase corrido a Messi, implacable en la definición, también con la derecha.

La ruleta de Campaña

La alegría en el fútbol del Levante chocó una y otra vez con el mazo de Messi, que volvió a levantarlo en el arranque de la segunda parte. Esta vez, la jugada fue clásica en el Barça. El centro desde la izquierda de Jordi Alba, la dejada de Luis Suárez y el remate de primeras de Messi.

La ruleta de Campaña, yéndose de tres rivales, mostraba el espíritu granota de querer seguir jugando. Pero el Barça, a la contra, ya estaba sin cadena. La jugada del cuarto gol fue una obra de arte: por el caño de Luis Suárez a Cabaco y su centro al palo contrario con el exterior de la derecha. Arturo Vidal solo hubo de devolver la pelota al centro: Messi esperaba para firmar su triplete. Cabaco quedó tocado por el caño y lo pagó Dembelé. El central uruguayo le entró por el suelo y recibió una merecida tarjeta roja. Por si fuera poco, al disparo cruzado de Borja Mayoral respondió Ter Stegen con una gran estirada, repetida más tarde a un tirazo de Prcic. Piqué no quería marcharse sin su trofeo. En una jugada de niño grande contra chicos, arrancó en su área, se apoyó en Messi, surgió Coutinho, reapareció Messi y resolvió Piqué. Orriols solo podía aplaudir.